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Tiempo de elecciones

Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Las elecciones parlamentarias del próximo domingo, junto a las presidenciales del próximo año, envuelven la realidad rusa bajo un denso manto electoralista. En esta línea, los numerosos «expertos occidentales» o «kremlinólogos» se han puesto a analizar la compleja realidad de aquel país desde unos prámetros eurocéntricos y en muchos casos inútiles para aportar claves que ayuden a entenderla.

EEn ese escenario parlamentario que se adivina se basan buena parte de las críticas de algunos expertos occidentales hacia la legitimidad democrática de Rusia. Basándose en tópicos, señalan que un parlamento dominado por una fuerza y donde apenas acceden otros partidos difícilmente puede catalogarse de democrático. Habría que preguntar a esos sesudos analistas cuántos partidos lo hacen en el Congreso o Senado estadounidenses o en el Parlamento británico.

Desde que Putin movió sus fichas hace unos meses, nombrando a Viktor Zubkov como primer ministro, el desconcierto se apoderó de las filas de muchos «expertos». Tan sólo el líder ruso conoce los entresijos de su plan, y movimientos como ése obedecen a razones «estratégicas, no tácticas».

Lo que más teme Putin es que su sucesión se convierta en una lucha entre los intereses, ideologías y grupos que conviven bajo el manto del Kremlin. La realidad política de Rusia en estos momentos va más allá de lecturas uniformes. Si el control de Putin es obvio, también lo es la presencia de diferentes pulsos por hacerse con una mejor posición en el esquema de poder.

En esta pelea el gran vencedor en materia ideológica bien podría ser el definido como «nacionalismo ruso», idea-fuerza que para algunos «siempre ha mostrado su fortaleza y que en estos momentos es dominante en Rusia». En los últimos años algunos han señalado la existencia de «tres epicentros» en la política rusa. El primero lo formarían los llamados «liberales», con un fuerte contenido occidentalizador y representado por los partidos liberales y figuras opositoras como Kasparov o Kasyanov. El segundo sería el formado por las fuerzas conservadoras o revolucionarias de corte «eslavófilo» y que tiene varias tendencias a lo largo de la historia (los pochvenniki o tradicionalistas, los euroasiáticos...). El Partido Comunista y otras formaciones se situarían en este grupo. Finalmente encontramos al epicentro conservador o preservacionista, situado en el entorno de las fuerzas que apoyan al presidente Putin. Apuestan por «un contrato de Estado y cuentan además con el apoyo de los recursos administrativos».

Dentro del propio Kremlin también podemos encontrar diferentes posturas ideológicas que pugnan por el poder. Los «liberales» en torno a Grez y Kudrin, con sectores económicos y empresariales detrás; los «tecnócratas» con Medvedev y Millar, controlando el monopolio del gas; los siloviki, con raíces en los servicios de inteligencia y en torno a la ciudad de San Petersburgo -Schin, Ivanov y Patrushev serían algunos de los más importantes miembros de este clan-, que cuentan con gran poder dentro del Kremlin y controlan también sectores claves de la economía rusa. Podríamos añadir los chinovniki, la burocracia creada en los últimos años del mandato de Putin, con presencia de oficiales de las administraciones regionales y central, y con un fuerte peso en Rusia Unida.

Si las elecciones son importantes para determinar algunas claves del futuro político en Rusia, la gran pregunta es saber quién será el sucesor de Putin en la Presidencia del país. Su alto índice de popularidad es un factor clave en el resultado de las presidenciales de marzo. Según una encuesta reciente, dos tercios de los votantes estarían dispuestos a apoyar al sucesor que reciba el visto bueno de Putin. Tres candidatos se perfilan como los mejor situados, el actual primer ministro Zubkov y los viceprimeros ministros Ivanov y Medvedev.

Zubkov, antiguo líder de una granja colectiva y con pasado en el Partido Comunista, es un firme aliado de Putin y cuenta con una importante campaña contra la corrupción a sus espaldas. En unas semanas ha alcanzado una popularidad cercana a la de los otros dos «sucesores potenciales», Ivanov y Medvedev. Otros nombres que se barajan en ese círculo serían el de Sergei Naryshkin y el presidente de los Ferrocarriles, Vladimir Yakunin. Algunos analistas rusos también mencionan posibles candidatos con fuerte peso en las regiones, como Valentina Matviyenko de San Petersburgo, Alexander Tkachev de Krasnodar o Alexander Khloponin de Krasnoyarsk. Finalmente, tendrían alguna posibilidad Alexei Kudrin o Dmitry Kozak, recién promocionados en el escalafón gubernamental de Rusia.

De momento, Putin sigue controlando la agenda rusa, pero simplificar aquella realidad a eso es un craso error y lo que muchos expertos deberían reconocer es su incapacidad analítica a la hora «de entender, y mucho menos predecir, los complejos acontecimientos que tiene lugar en la Rusia actual».

 

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