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Martin Garitano Periodista

Huele a cerrado en el jelkidismo

Ha tenido que largarse con viento fresco Josu Jon Imaz de la presidencia del EBB para que entrara -valga la redundancia- aire renovado en el viejo caserón del jelkidismo. Decían las crónicas y los augures que de lo que se trataba era de concitar acuerdos entre los sectores más españolistas y los menos en el seno del partido de Arana, de tal suerte que los planes y lances del lehendakari Ibarretxe fueran respaldados por el partido centenario y se garantizara una dura pugna política en defensa del derecho a decidir de la ciudadanía vasca -aunque el PNV sólo mire a tres de siete territorios- para establecer en estos pagos el mismo derecho del que gozan europeos como los escoceses o irlandeses, americanos como los quebequeses...

Poco ha durado el espejismo. El continuador -muchos dicen que el muñidor- de Imaz ha revelado en su discurso inaugural que los derechos del pueblo vasco, su reconocimiento y hasta su derecho a decidir, caben en una interpretación «leal» de la disposición adicional del texto constitucional español referido a unos indeterminados «derechos históricos». El discurso de Urkullu -a la medida de lo que muchos esperaban de un dirigente peneuvista de su trayectoria- ha resultado tan españolista como el de su predecesor. Y es que plantear, a estas alturas, que los derechos básicos de Euskal Herria -aunque sólo sea en sus cuatro territorios del sur- se recogen en una Constitución que el propio PNV rechazó con su abstención e 1978 no pasa de ser una broma de mal gusto. Ni siquiera un fraude, porque en esa estafa sólo puede caer quien esté deseando hacerlo.

No hay -y lo saben- salida al conflicto vasco mediante la actual Constitución española. Cabe una solución transitoria, sin duda, pero si lo transitorio o provisional se convierte en definitivo, el tongo está organizado. Y de tongos estamos aburridos. Sobre todo porque en el tongo han engordado sus negocios los que ahora pretenden reinaugurar el que suscribieron con la UCD después de rechazar la propuesta, abierta, democrática y pacificadora de Txiberta. Hace ya treinta años. Los nuevos aires, pues, no evitan que huela a cerrado en el jelkidismo de Urkullu.

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