Valiente plan. Jorge Javier Vázquez insinúa que algunas productoras incentivan a sus reporteros con cocaína, y que existen ciertas tendencias al abuso sexual y la corrupción. Estas declaraciones parecen algo infinitamente desmedidas, y son, seguro, motivo de denuncia por difamación. Incluso siendo verdad, soltarlo así en un programa tan poco recomendable como «La Noria», no se puede considerar como una denuncia sino como una estrategia. Y esta sospecha viene inducida porque hablaba precisamente de un programa de La Sexta que le está restando audiencia a su apestoso tomate, del que dicen que han cambiado, y lo único que se puede entender es que han cambiado de lata, pero que los ingredientes son los mismos. O peores.

La tomatina con cocaína o sin ella, es degradante, y si bien se puede considerar que sea una solución pasajera para dejarse llevar hacia la siesta, lo cierto es que ir acusando de estos asuntos tan peliagudos sobre otras cadenas sin pruebas es una de las maneras de reafirmarse en un estilo repugnante, el de difamar que algo queda, y que los difamados necesiten explicarse y dar argumentos en contra de la insidia. Bueno, así están las cosas planteadas.

Menos mal que todavía quedan territorios en los que uno puede ver a los seres humanos representados con todos sus defectos, y algunas virtudes, de una manera inteligente y creativa. Me refiero a «Camera café» y «Aída», que encadenados en la noche de los domingos nos reconfortan, nos hacen reír, sonreír, y, esto es lo más importante, pensar, porque nos retratan a los seres humanos tal como somos. Y no siempre somos presentables, solidarios, compañeros y majetes. A veces también somos miserables, aprovechados, timadores y golfos.

Los cafeteros estamos de buena nueva, los lunes también tendremos dosis de los habitantes de esa oficina delirante en donde se cruzan los destinos y los caracteres. Buena señal. Los guionistas de «Aída», a mi entender, tienen mucho talento y logran condensar los diálogos y las escenas de una manera magistral para divertirnos sin renunciar a mostrar una realidad social existente y nada graciosa. Es su marca. Y no necesitan difamar.