No es nada nuevo. Muchos jugadores buscan una salida a su futuro en los banquillos. Para ello, no es necesario que como jugador se haya destacado. Lo importante es estar bien colocado, tener los contactos necesarios y, en ocasiones, haber sido la cara visible de una franquicia en su época dorada.

En la actualidad en los bancos de las NBA pueden encontrarse todos estos ejemplos. Desde Maurice Cheeks hasta Scott Skiles, pasando por Isiah Thomas o Phil Jackson. Buenos y malos jugadores, buenos y malos entrenadores. Hay una teoría, un tanto perversa, que asegura que el éxito de un entrenador ex jugador, es inversamente proporcional al que obtuvo en su carrera deportiva.

Phil Jackson fue jugador. No de los brillantes, pero sí un buen jugador de equipo, de los que calientan el banquillo en busca de una nueva oportunidad en la que demostrar su valía. Consiguió un anillo en 1973, como jugador marginal de los Knicks de Nueva York. Aquello no fue ni punto de comparación con lo que vino después.

Jackson fue el entrenador jefe de los Chicago Bulls de Michael Jordan en los 90. Logró seis campeonatos. Unos pocos años después, Jackson aterrizó en unos convulsos Lakers, con O'Neal y Bryant en sus filas, para buscar más títulos. Sumó otros tres. Sigue al frente de los Lakers, ya sin O'Neal, dando tumbos y facilitando que Bryant acabe saliendo del equipo ante la pasividad de los dueños de la franquicia angelina.

Thomas y Cheeks

En el otro extremo a Phil Jackson podrían aparecer Isiah Thomas o Maurice Cheeks. Thomas era el líder de aquellos Detroit Pistons campeones que acabaron con el showtime y se batieron el cobre con Michael Jordan. Isiah Thomas es un grande entre los grandes de la época dorada de la NBA, pero como entrenador, su viaje en la liga es mucho más discreto en cuanto a resultados, pero igual de estridente en cuanto a meteduras de pata y malas gestiones. Actualmente dirige la suerte de los New York Knicks, un equipo perdido que ya ha naufragado cuando no se han cumplido dos meses de competición.

Parecido es el caso de Maurice Cheeks, campeón con Philadelphia 76ers hace 25 años, que ahora trata de enderezar el rumbo de unos Sixers repletos de jugadores inexpertos. Lo más seguro es que ni Thomas ni Cheeks lleven a sus equipos a play off.

Un caso también preocupante es el de Scott Skiles en Chicago. Parecía que los Bulls remontaban el vuelo el año pasado con una temporada más que aceptable en la que alcanzaron las semifinales de Conferencia. Pero este año nadie podía esperar un año tan malo. En Chicago no para de hablarse de traspasos y traspasos. Colocan allí tanto a Pau Gasol como a Kobe Bryant, lo que definitivamente sería bueno para ambos jugadores y para la franquicia.

Los ex jugadores no sólo ocupan banquillos, también despachos. Tal es el caso de Michael Jordan, el mejor jugador de la historia del baloncesto que desde que abandonó las canchas por segunda vez, pasó a ser accionista de los Wizards de Washington. Cuando decidió volver al parqué se vio obligado a vender sus acciones en los Wizards, pero cuando volvió a colgar las botas, se enroló como copropietario en el proyecto de los Charlotte Bobcats que vio la luz hace tres temporadas.