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Kosovo está listo, la UE puede estarlo

El calendario ha llegado al 10 de diciembre y, como se sabía de antemano, no existe un acuerdo entre Pristina y Belgrado. El informe presentado en Bruselas por Wolfgang Ischinger, el representante europeo de la troika –EEUU, Rusia y Unión Europea– es concluyente. «Sabemos que las dos partes no llegarán a un acuerdo, porque no existe voluntad política de llegar a un compromiso», afirma el diplomático. El Gobierno de Serbia ha avanzado en el curso de las negociaciones siempre sobre la premisa de otorgar más competencias a Kosovo, pero nunca la independencia. Su máxima oferta la alcanzó en cierto modo al evocar un estatus similar al de Hong Kong, que dejaría la soberanía del territorio kosovar bajo la batuta de Belgrado, aunque en la práctica el territorio adoptaría la mayoría de sus decisiones –la mayoría, no todas–. El problema es que Serbia y Kosovo libran dos procesos diferentes. Serbia busca preservar una integridad territorial fuertemente debilitada por las guerras balcánicas. Kosovo pugna por erigirse en un estado independiente, aunque ello le obligue a aceptar un modelo de transición en el que sus grandes decisiones como país soberano estén fuertemente mediatizadas por la comunidad internacional, y en especial por la Unión Europea.

En el seno de los 27, el proceso kosovar ha provocado fisuras. De ahí que Bruselas se haya prestado de buen grado a las maniobras dilatorias patrocinadas por Rusia. Sin embargo, llegados al punto sin retorno del fracaso de la última ronda negociadora, ¿no es hora de que Bruselas se concentre en lo práctico?

Los albano-kosovares están dispuestos a recorrer el camino de la mano de sus valedores: EEUU y la UE. A Bruselas le corresponde ultimar los preparativos para el despliegue, en el primer trimestre de 2008, de la fuerza civil que sustituya a la misión desplegada por la ONU en 1999. La UE debe estar lista para velar por que este nuevo proceso de secesión en Europa se desarrolle con las debidas garantías, lo que en ningún caso equivale a instaurar una suerte de colonización diplomática de cara a convertir a Kosovo en un país cautivo.

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