El calendario electoral de EEUU y las preocupaciones de política interna de la Administración Bush al final de su mandato pesan como una losa sobre las negociaciones sobre el modo de luchar globalmente contra el cambio climático que se están llevando a cabo en Bali.

En un momento en que se ha marcado como estrategia definir los métodos para reducir las emisiones de gas que provo- can efecto invernadero en las próximas décadas, EEUU se muestra reticente.

Apoyándose en recomendaciones de científicos, el proyecto de texto que se trata de consensuar en Bali reconoce que los países desarrollados deben poner en práctica reducciones drásticas, entre el 25% y el 40% de aquí a 2020.

Pero EEUU considera esta condición una línea roja que no está dispuesta a sobrepasar y la ha hecho desaparecer completamente de su última contrapropuesta.

Paula Dobriansky, jefa de la delegación de EEUU, señaló que «no queremos prejuzgar o predeterminar a dónde nos llevará el proceso de negociación».

Más claro todavía, el negociador Harlan Wat-son declaró que «queremos un texto neutro».

EEUU es, en estos momentos, el único país industrializado que no ha suscrito el Protocolo de Kyoto con el argumento de que perjudicaría su economía y por sus reticencias a suscribir compromisos multilaterales.

«Pero dieron su visto bueno a la horquilla 25/40 este verano en Viena, por lo que nadie, ni siquiera la ONU, esperaba que acudieran a Bali con ese espíritu de bloqueo», señaló Philipp Clapp, director adjunto de Pew Center, uno de los principales think tank estadounidenses sobre medio ambiente.

«Esta actitud significa que no quieran que se establezca ninguna cifra concreta a la que tendrían que hacer frente, cuando hasta los republicanos del Congreso hablan de reducciones de hasta un 70% en 2050», añadió.

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