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Belén Martínez Analista social

Crudo invierno

La ideología del self- made-man/woman es algo así como hacerse a sí misma y triunfar individualmente, de forma que las magulladuras y los traumatismos sociales sobrevienen por falta de responsabilidad personal. ¿Dónde queda la responsabilidad colectiva?

Ya falta menos para el solsticio de invierno y las fiestas navideñas. Tiempo de contrastes y paradojas: abundancia y necesidad; comidas copiosas y hambre; sobras y malnutrición; reencuentros y ausencias. Nuestras ciudades, saturadas de luces de colores que se encienden y se apagan, nos anuncian que algo bueno va a pasar y que debemos olvidar las diferencias y desigualdades, las injusticias, las crisis, las clases sociales y hasta el cambio climático (¡Fiat Lux!).

No obstante, para un gran número de personas, la navidad no es sinónimo de paz y felicidad. Quienes carecen de una vivienda digna o de un alojamiento en condiciones, tienen que hacer frente a temperaturas heladas y a nuestra actitud y comportamiento, que no son menos fríos que el crudo invierno.

En Benarés, ciudad santa del hinduismo y lugar de peregrinación donde personas ancianas y enfermas acuden para morir, las y los parias acuden a las grandes superficies huyendo del agobio asfixiante producido por la contaminación. Los comerciantes, con la aquiescencia de una clientela con alto poder adquisitivo, han ideado la fórmula para desembarazarse de estas personas «indeseables», «prescindibles» y «deshechables». Quien quiera refugiarse en los grandes almacenes dotados de aire acondicionado, deberán estar en posesión de un ticket de entrada, por el que se paga una cantidad nada desdeñable.

En el Estado francés, Christine Boutin, ministra de Vivienda y Ciudad, amenaza con desmantelar las tiendas de campaña de las y los sin techo asentados en París. El pasado sábado, la Policía intervino con contundencia, tratando de impedir la instalación de 250 tiendas al lado de Notre-Dame. Se trataba de una acción de las y los Enfants de Don Quichotte.

En Euskal Herria, iniciativas como la anterior no serían del agrado de las autoridades (tal vez hubiera alguna excepción). De hecho, en algunas de nuestras ciudades podemos ver cómo las personas transeúntes son desplazadas y expulsadas de parques, plazas y jardines públicos. Y es que preocuparse de estas mujeres y hombres no resulta rentable políticamente; no da votos, puesto que contribuyen a desprestigiar la imagen de la ciudad. Es otro de los síntomas de que el neoliberalismo avanza, y con él la ideología del self-made-man/woman, que es algo así como hacerse a sí misma y triunfar individualmente, de forma que las magulladuras y los traumatismos sociales sobrevienen por falta de responsabilidad personal. ¿Dónde queda la responsabilidad colectiva, institucional y ciudadana en todo esto?

El espacio público se privatiza y mercantiliza, variando el número de personas propietarias en función del territorio y tipo de gobierno. Las sociedades desigualitarias se nutren del inmovilismo social y la inacción social. Deberíamos reflexionar sobre las dimensiones de la riqueza: fortuna, poder y prestigio. Las pautas de consumo desenfrenado no pueden ocultar que en 2008 encontraremos una sociedad en continuo proceso de segmentación, jerarquización y oposición conflictual. Con todo, urte berri on, lagun eta irakurle maiteok.

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