Sus primeras canciones quedaban cubiertas con una sencilla guitarra. Con el tiempo, de la austeridad se pasó al trazado de ligeros arreglos. Era la oportunidad del aprendizaje, de la maduración, se quisiera o no. En 1997, Urdangarin llamó la atención con «Haitzetan», que le situó al lado de Benito Lertxundi. Se publicó además en un momento de crisis folk-rock. Con las ediciones de «Badira hiru aste», «Espilue», «Bar Puerto»... las referencias a otros artistas se olvidaron. El bertsolari se ha hecho cantante, el cantante se convierte en un buen compositor y las preguntas le llevan a desarrollar, solo o con sus músicos, los arreglos más acertados. «Anek idatzi dit zutaz», su nuevo álbum, es, precisamente, el punto de encuentro de sus últimos diez años públicos.

Urdangarin presentó la pasada semana «Anek idatzi dit zutaz» en Fnac; la pequeña sala estaba abarrotada. A su derecha, Nika Bitchiasvili, violín; a su izquierda Koldo Uriarte, teclados. En el centro, un despeinado Urdangarin. Después de cuarenta minutos emocionales, a pesar del aséptico lugar, los músicos se retiraron para reaparecer en unos minutos. Era el momento de firmar discos. En la cola, una veintena de chicas.

Tiene tendencia a los arreglos de cuerda. ¿Es lo que mejor le va a su ambiente musical?

El violín, el cello... son instrumentos muy cercanos a mí. He recurrido a ellos anteriormente y lo he vuelto a hacer ahora. Pienso que son, en su timbre, los que más se aproximan a la voz y creo también que encajan muy bien en mis canciones y especialmente en este disco. En cualquier caso, lo importante es el músico y su habilidad y buen gusto en el acompañamiento, y en ese sentido, estoy muy bien acompañado.

El piano es un instrumento clásico, con un lado muy melancólico y, además, matiza mucho.

He querido hacer un disco evocador con cierto tono clásico y aire tradicional. Los temas están llenos de recuerdos y guardan una sana melancolía. Para reflejar esta idea necesitaba sonidos reconocibles, de siempre, que dieran un color añejo a la sonoridad y ahí, el piano tiene un gran papel.

Dada la textura general del disco, parece como si viviera en nubes de algodón.

Buscaba hacer un disco de escucha amable. Un disco vivo y alegre, que pusiera a bailar a mis padres, tíos, difuntos abuelos y a algún despistado de la cuadrilla...También creo que es un trabajo con recorrido, que transita por diferentes emociones y en la textura que queramos, sea de tristeza o de alegría. Las canciones deben transmitir vida. Por lo demás, uno, a veces, vive bien y otras no tanto.

«Gerrako soinua» -muy delicada- puede representar el proceso por el que se añaden o quitan instrumentos en una canción...

Hay que procurar darle pleno sentido al acompañamiento y, aunque creo que es un disco bastante coral, con gran presencia instrumental, también se debe notar la base sobre la que tocas y cantas, la hoja en blanco en la música: el silencio. Saber estar y no estar, hacer de la ausencia un valor positivo y sentir que cuando tocas estás llenando un espacio. Por ese camino, uno puede alcanzar la sencillez, para mí, sinónimo de belleza.

¿Cómo llega a la conclusión de dar por válido el intercambio de todo un acordeón por una melódica?

Fue una idea de Bingen. Yo, al principio, apostaba por el acordeón. Lo veía muy claro, pero al final me convenció. Además, la melódica estaba perjudicada y rajaba un poquito, pero, creo que hasta nos vino bien.

Al final se utiliza bastante y creo que es un hallazgo.

Sí, estoy de acuerdo. Pienso que es una de las curiosidades del disco; para mí, todo un descubrimiento. Es un instrumento que ayuda a lograr ese aire de tradición, de sonido viejo y a la vez amable y reconocible.

¿En qué época suele componer? ¿Se obliga o espera a que llegue el misterio de la inspiración?

La inspiración es uno mismo, la llevas contigo. Eso sí, hay que despertarla y uno se tiene que poner a ello. Por lo demás, no tengo épocas concretas. Todos los días toco la guitarra y, a veces, encuentras un hilito y tirando y tirando haces una canción. Sobre todo, necesito silencio y tranquilidad.

¿La inspiración cuenta con algún resorte que la agilice?

El estado de ánimo tiene mucho que ver y, por supuesto, todo lo que te ocurre alrededor. Algo o alguien, en un principio ajeno a tí, puede convertirse en la causa que te lleva a escribir, pero creo, sobre todo, que es una cuestión de actitud.

¿Que le ayuden bertsolaris en los textos es porque usted también lo fue?

Porque, por encima de todo, son muy buenos letristas. Además, nos conocenos y eso facilita mucho las cosas. Sé con seguridad que lo van a hacer bien, que la canción va a ganar. El bertsolari tiene muy interiorizada la relación melodía-palabra, y se nota.

¿Cuáles son sus días de ocio, cómo los vive?

Llevo una vida bastante tranquila, que de vez en cuando se complica, donde el ocio y el trabajo se entrelazan, se funden. Disponer de tiempo y poder organizarlo a tu manera es un privilegio hoy en día. Ese es el mejor sueldo. Mi mayor pasatiempo es estar con mis amigos, tomar una cerveza juntos y charlar de lo divino y lo humano. Vivir el día y un poquito de la noche, sin morir en el intento, de modo que dure.

¿Cómo ve Gasteiz?

De momento estoy a gusto y bien rodeado. Es una ciudad tranquila, desahogada, con un casco viejo precioso, con buenos bares y buena gente. Hecho de menos una ciudad más viva y más activa de noche. En otoño e invierno no ves un alma a partir de las diez... Asusta.

«La idea de un cuaderno de bitácora que reflejara que caminamos me pareció original»

El diseño de la carpeta del «Anek idatzi dit zutaz» es muy original...

Es de La Machine, de Nagore y Asier. La idea de un cuaderno de bitácora para reflejar que caminamos, que estamos en constante viaje, me pareció original y muy en línea también con tono de algunas canciones. Cuaderno donde reúno vivencias, recuerdos, dibujos y también historias ajenas y a la vez cercanas... El diseño del disco está hecho, en gran medida, artesanalmente. Cuenta con muchos pequeños detalles y muchísimo trabajo. Queríamos que, con el cd en la mano, se sintiera que tenías algo especial, algo hecho con mucho cariño.

Repasemos los nombres de quienes le acompañan en este nuevo trabajo...

Sahiela es un batería singular, excepcional como músico y como persona. Nika lleva conmigo un año y es un lujo tenerle al lado; su violín y su sensibilidad te transportan.Te podría decir lo mismo de Koldo Uriarte, a los teclados y la melódica. Y luego está Bingen al violín de siete cuerdas, que hace la labor del contrabajo, y Rafa, guitarra y mandolina. Con Bingen y Rafa son cinco años de colaboración. También mención expresa para Mikel Fernández Krutzaga, que ha hecho una labor formidable en la grabación y en la mezcla final.

Se intuye que se ve muy bien en temas como "Anek idatzi dit zutaz, "Nire besoak", "Gerrako soinua", "Loa", "Eskuak...", «Uhartea". Quizá sean su esencia, pero quizá también el peligro de sonar con un patrón muy marcado...

En líneas generales, me he sentido muy cómodo con todas las canciones. Pretendía, grabando los temas en formato directo en el estudio, un sonido parecido que diera carácter a todo el disco, atrapar el momento. Creo, además, que, aún con un sonido reconocible en todas las canciones, el disco tiene viaje y recorrido..

P. C.