Meriendo algunas tardes, pero hay días que me los como desde el primer bostezo. Las sentencias anunciadas son más hirientes que los diagnósticos de metástasis. El cuerpo social de un pueblo tiene una gran capacidad para merendar, desayunar o cenarse días, tardes y noches, para aguantar sentencias, injusticias, represiones, tácticas y estrategias de aniquilación de todas las esperanzas. El tejido social, la parte más activa, cubre rápidamente las ausencias, los lugares afectados para regenerarlos, para volver a mantener el tono. Sucede de manera automática, genética, social y políticamente desde los tiempos en que alguien tomó conciencia de su ser.

Hasta la capacidad de producir paciencia aumenta, se recupera el análisis, la ducha fría sobre una parte de ese tejido hace que se despierte el cuerpo entero y los considerandos no son otra cosa que dictados contaminados, perniciosos, un resumen de una concepción nada democrática del uso de los tribunales especiales, o sea, de los tribunales políticos. Al aumentar todas las capacidades de defensa, debemos mostrar la máxima alerta, sobre todo porque mañana pueden venir, otra vez, a por cualquiera de nosotros. La bestia es insaciable, y parece como si cada día de prisión para un independentista vasco sea un chorro de votos que van de una urna a otra como la falsa moneda. Es indecente, obvio, pero esta es la situación.

Los medios de comunicación han jugado su asiduo papel de acompañantes de la infamia de manera eficaz. Solamente importa el canto del «Eusko gudariak», eso es lo que resaltan. Al igual que la novela y los silogismos demenciales del redactor y lectora del exabrupto judicial. No miran lo que tiene de barbaridad antidemocrática, no les importa el fondo de la cuestión, solamente demostrar la mano dura, el autoritarismo, la venganza al grito legionario de ¡Leña al mono que es de goma! Y pasan rápido por encima. Unos porque hay un partido del siglo, otros porque inauguran tramos de trenes y otros porque anuncian actuaciones para el verano. Aquí también se nota el aumento de su capacidad para empotrarse en los discursos oficialistas sin ninguna actitud reflexiva. Aquí estamos.