Corresponde el título de la columna a un reconocido film dirigido por Frank Sinatra allá por 1965, pero no es una referencia cinematográfica la que inspira el encabezamiento del escrito. Es sólo un pretexto.

Valientes, de verdad, fueron los gudaris que defendieron Artxanda en 1937, cuando todo estaba perdido, para proteger la evacuación de Bilbo. Valientes porque sabían que sólo les esperaba la muerte o el presidio y, a pesar de todo, entonaron el «Eusko Gudariak» camino del monte y se enfrentaron a las tropas mejor armadas, en aquel momento, de Europa.

Valientes también quienes tomaron el testigo, años después de la derrota, y supieron plantarse -y alzarse- ante una dictadura que había conseguido domeñar, acogotar, a los perdedores de la guerra. La generación heroica de los primeros 60 pagó un tributo de sangre y sufrimiento que sólo entre héroes se entiende. Sabían por qué luchaban y no se dejaron vencer por el miedo y las dudas propias de la época.

No cabe decir otra cosa de quienes sostuvieron el compromiso en los 70 y los 80. Muchos quedaron en el camino y otros muchos pagaron -y aún algunos pagan- largas penas de prisión que sólo se reservan a los vascos indómitos.

Y valientes en los 90, cuando la fracasada «guerra sucia» dio paso a una nueva vuelta de tuerca represiva en lo policial, judicial y político.

Valientes, sin duda, los alzados frente a Franco y valerosos también los que hoy se enfrentan al apartheid político que programa el PSOE. El del GAL.

Valientes, qué duda cabe, los que pagaron caro enfrentarse a Franco, pero igualmente arrojados y generosos los que emprendieron el camino de la construcción nacional frente a la negación que venía de la mano de su designado heredero.

Anteayer fue Marije Fullaondo la última valiente. ¿Quién será el próximo?

En los próximos días, al cantar, así sea en la intimidad de la soledad, «Hator hator», la recordaré con una sonrisa, aunque no pueda evitar una lágrima. Por ella y por todos los valientes. Por toda esa gente que quiero. Que queremos.