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Raimundo Fitero

Estampas

A fuerza de ser sinceros nos convertimos en patéticos. Mira como bailan los peces en la pecera, como vuelan los pájaros en sus jaulas, como ríen con el cinismo desatado los que prefieren tener a ser, o viceversa. Digámoslo pronto: la programación televisiva navideña es necia, asfixiante y soberbia. Y como partimos de una irrealidad social y familiar de convivencia forzada, no contribuye con sus ofertas a superar los conflictos larvados en las familias, ni en las cuadrillas, ni en los asentamientos de marginados. Solamente nos pueden salvar del desastre algunas reposiciones.

Es un decir, porque triunfan las reposiciones más salvajes, como la que el capitán general de los ejércitos dedica cada noche buena a sus súbditos. Es lamentable, pero ese discurso es la estampa del pesebrismo más canalla y asentado y nos sitúa fuera de los tiempos modernos o posmodernos. No son mejores las apariciones institucionales de los electos que sucederán los días posteriores, ni las sucedidas los anteriores, ni los laterales. Pero debemos empezar a descifrar bien los mensajes de más de tres palabras. En ello nos va el que la digestión de los langostinos sea mucho menos agresiva con los borborigmos. Sí, sin remordimientos y miedos, juguemos a las palabras cruzadas con palabras sagradas como Paz, Felicidad, y así hasta llegar a Justicia, Autodeterminación, Libertad.

Posiblemente si la estampa fuera diferente, con todos los presos en sus casas rodeados de ristras de pimientos y ajos, todos los pueblos, villas y ciudades con sus libertades conquistadas, no cedidas ni concedidas, reinaría la idea republicana de la concordia y hasta los propios instrumentos dados por la tecnología nos ayudarían más. Me imagino ese mundo en el que las televisiones se apagarían automáticamente para que en las comidas, cenas y resopones pudiéramos hablar, discutir y cantar, o incluso se encenderían cuando notasen a alguien solitario en una estancia llena del frío que produce el lujo externo, y le recitarían poemas de Aresti o le harían un masaje a base de músicas barrocas. De momento formamos parte de nuestra estampa más recargada de presunciones: entremeses muchos, sopa gorda, lombarda y cabrito. Y con suerte unas jotas. Cinco exactamente.

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