«No somos conscientes de lo que hay detrás del interruptor de la luz»
Bilbo, 1970. Gorka Bueno es doctor en Ingeniería de Telecomunicaciones, profesor titular de tecnología electrónica en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de la UPV. Acaba de publicar un libro que aporta «una visión global desde Euskal Herria, de la actual coyuntura energética» y subraya que la energía «es un bien escaso».
Nerea GOTI |
Publicado en euskara por la Fundación Instituto Manu Robles-Arangiz, «Energia urriko mundu baterako gida» se ha presentado como una guía que repasa las claves para entender y afrontar la crisis energética a la que nos acercamos peligrosamente, pese a que, al parecer, aún no lo hemos interiorizado.
El título, «Energia urriko mundu baterako gida» (Guía para un mundo deficitario de energía), hace pensar en una publicación con información práctica. ¿Qué tipo de información aporta?
Con la problemática energética sucede una cosa curiosa, y en gran medida contradictoria. Continuamente estamos consumiendo energía: luz artificial en casa y el trabajo, calefacción, transporte... Sin embargo, la infraestructura energética, sus características y límites, son grandes desconocidos. No somos conscientes de lo que hay detrás del interruptor de la luz, de la gasolinera. El libro tiene por objeto ofrecer una visión global, desde Euskal Herria, de la actual coyuntura energética: el más que probable cénit de producción de petróleo que estamos viviendo en estos años, las políticas energéticas en nuestro entorno, las principales prospectivas que manejan los organis- mos internacionales, cada vez más preocupados, y las principales características de los flujos de energía renovable y las tecnologías que los aprovechan. El libro ofrece un punto de vista técnico -soy ingeniero, y he investigado durante años en el área de la energía solar fotovoltaica-, porque creo que demasiado a menudo los elementos técnicos son olvidados, cuando son fundamentales para entender qué está pasando.
Presentó el libro como una guía en torno a la escasez de recursos energéticos y describió la situación actual utilizando un paralelismo con el terreno laboral, «vivimos de las rentas de los combustibles fósiles», -dijo- y añadió que «vivir y consumir a costa de las renovables, es como trabajar a destajo». ¿Podría ahondar en ambas ideas?
Vivimos una gran contradicción: aunque a menudo tengamos la percepción contraria, la energía es un bien escaso. ¿Por qué no tenemos esa percepción? Porque la civilización actual vive de los combustibles fósiles: el 80% del consumo pri- mario proviene del carbón, el petróleo y el gas natural. Estos combustibles también son energía solar, almacenada en el subsuelo durante millones de años. Y hoy estamos viviendo de esas rentas, de las rentas de los combustibles fósiles. Mientras están disponibles, el nivel de consumo que hacen viable es desmesurado, e insostenible -el cambio climático es una prueba de ello-.
En el mundo renovable, en cambio, las cosas funcionan de otra forma. Los flujos de energía renovable -la energía del viento, del sol, de los ríos- no están almacenados, sino que fluyen, y para disponer de ellos debemos transformarlos, dependiendo para ello de la naturaleza. Si vivir de los combustibles fósiles es como vivir de las rentas, vivir de las renovables sería como trabajar a destajo. El mundo de las renovables puede ser sostenible, pero es más duro, y tecnológicamente mucho más diverso y complicado.
¿Cuál es el techo de los biocombustibles y biomasa?
El potencial energético de la biomasa es inmenso. La biomasa es, hoy, la principal fuente de energía renovable: la leña, los biocombustibles, los alimentos. Pero no perdamos la perspectiva: la productividad de la biosfera, es decir, toda la energía solar que el planeta captura anualmente en forma de materia viva -fundamentalmente mediante la fotosíntesis- equivale a poco más de tres veces el consumo anual de energía primaria de la humanidad. Hacer frente a dicho consumo mediante biomasa supondría la aniquilación absoluta del planeta. Pero el problema no es que los flujos de energía renovable sean reducidos, sino que vivir de las rentas permite consumos desmesurados, mientras queden rentas, claro.
La productividad de la biomasa, explotada a gran escala, seguramente se mantendrá por debajo de una tonelada equiva- lente de petróleo por hectárea (1 tep/ha). Un ambicioso plan gubernamental sueco para sustituir el consumo de petróleo mediante la explotación masiva de los recursos forestales de aquel país maneja la cifra de en torno a 0,7 tep/ha, llegando a explotar en el año 2050 la mitad de la superficie de Suecia. A partir de ahí, cualquiera puede sacar la cuenta.
Si dedicáramos la mitad de la superficie de Euskalherria a obtener biocombustibles, seguramente no cubriríamos ni la mitad del consumo de derivados del petróleo en el transporte. Además, tengo más que serias dudas de que eso fuera posible sin crear un desastre ecológico. En ese sentido, debemos estar muy atentos a lo que nos dicen los sindicatos agrarios y la gente del campo sobre los métodos de producción de biocombustibles. Todos los flujos renovables son enormes, pero también tienen límites: la energía hidráulica de todos los ríos del planeta no cubriría el consumo primario humano; el flujo geotérmico del planeta, el que mueve continentes y produce terremotos y volcanes es inferior a la productividad de la biomasa, y, además, solamente una fracción es utilizable, porque no olvidemos que los continentes tienen que seguir moviéndose.
Insisto: no somos conscientes de la ingente cantidad de energía que supone el consumo de combustibles fósiles
Antes de que sea demasiado tarde, debemos abordar el consumo. ¿Cómo?
Hay mucho margen de mejora. Utilizar menos el coche, olvidar el aire acondicionado, consumir productos locales, viajar menos, reciclar mucho más... hasta lograr un nuevo equilibrio en el que tanto la generación como el consumo sean sostenibles, soportados fundamentalmente por flujos de energía renovable. Y ese nivel de consumo, seguramente, es inferior al actual en los países desarrollados, pero también superior al de muchas personas de nuestro planeta. La justicia social a escala planetaria debe ser un elemento imprescindible en los futuros conflictos energéticos, porque en el mundo hay todavía 1.600 millones de personas que no tienen acceso a la red eléctrica. Otro problema muy serio es que el sistema económico necesita crecimiento, si no se derrumba. La sostenibilidad y el crecimiento sostenido son incompatibles.
Apunta que la red eléctrica y el transporte serán los más afectados por la crisis que se avecina. ¿Cómo describiría esa crisis?
Entre los combustibles fósiles, el petróleo está empezando a mostrar los primeros síntomas de agotamiento. Cada año a la producción mundial de petróleo le cuesta más hacer frente a la demanda. La Agencia Internacional de la Energía es cada año más alarmista en este sentido. El petróleo cada vez es más caro, económica y energéticamente. En el sector de transporte, la dependencia respecto al petróleo es total, en torno al 95%. La inevitable escasez de petróleo conllevará una reducción de la movilidad. La globalización, en gran medida, se sustenta en el transporte barato de personas y, sobre todo, de recursos. Existen otras alternativas, pero son más caras y mucho menos cómodas.
Seguramente en las próximas décadas suframos una cierta desglobalización. Otro sector en situación crítica es el sector eléctrico. Su papel en las sociedades desarrolladas es fundamental. ¿Qué sería de nosotros si tuviéramos que pasar un solo día sin red eléctrica? La sociedad se paralizaría. Y la red eléctrica también se basa en el consumo de fósiles, aunque cada vez utilicemos más electricidad renovable. Pero la electricidad no se puede almacenar, y en el paradigma renovable la naturaleza manda. De noche no hay sol, si no hay viento no hay generación eólica. Una fuerte penetración renovable en la red eléctrica exigirá una auténtica revolución tecnológica y enormes inversiones. Aunque a algunos les cueste entenderlo, las renovables exigen trabajar a destajo, se vive mejor de las rentas. No podemos sustituir fósiles con renovables sin asumir costes, sin entender que las cosas se complican. Por eso, en Euskal Herria, parece que la auténtica apuesta de las administraciones para la generación eléctrica son las centrales de ciclo combinado de gas natural. Pero es una apuesta muy arriesgada, porque el gas está cada vez más caro -el equivalente energético a un barril de petróleo se vende por encima de los 40 dólares-, y el suministro no está en nuestras manos.
El déficit de energía es un desafío, una oportunidad para el cambio, ¿cómo podremos afrontarlo?
Lo que tenemos delante, más que una crisis puntual, es una larga transición hacia un mundo diferente, en el que no podremos vivir de las rentas de los combustible fósiles. Yo creo sinceramente que es una ilusión pensar que los consumos insostenibles se pueden mantener indefinidamente. Pero podemos hacer muchas cosas para adaptarnos, y en muchos sentidos los cambios pueden ser a mejor. Podremos amigarnos nuevamente con la naturaleza. También tendremos la oportunidad de rectificar muchas malas consecuencias de la globalización.
¿Y por qué esperamos un futuro mejor?
No olvidemos que la nueva situación pondrá en jaque a un sistema socioeconómico que se fundamenta en el crecimiento constante y el consumismo desbocado. Tenemos la oportunidad de caminar hacia una sociedad que obligatoriamente no podrá apoyarse tanto en la acumulación de recursos y el crecimiento constante, sino más en la austeridad y en el valor del trabajo como transformador de lo que la naturaleza pone a nuestra disposición, que no es poco. Nerea GOTI
«El potencial energético de la biomasa es inmenso. La biomasa es hoy la principal fuente de energía renovable: la leña, los biocombustibles, los alimentos»
«Ha sido genial poder aprender de Melicutti, es un encanto con los actores, y además no tiene ningún reparo n explicarlo»
«Ante posibles daños ecológicos, debemos estar atentos a lo que nos dicen los sindicatos agrarios y la gente del campo sobre los métodos de producción de los biocombustibles»
«Todos los flujos renovables son enormes, pero también tienen límites. La energía hidráulica de todos los ríos del planeta no cubriría el consumo primario humano»