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Txema Ramírez de la Piscina profesor de la UPV-EHU

A favor de la esperanza

Hace falta un modelo soberanista de corte social; un nuevo movimiento social que tenga tres pilares: su carácter exclusivamente civil, su amplia base organizativa y la confianza mutua de quienes lo integran

En lo político 2007 ha sido un año duro, muy duro; tan duro que los optimistas corren el riesgo de convertirse en especie en peligro de extinción. La crueldad del Estado y la cerrazón de ETA se han dado la mano. El panorama resulta descorazonador.

En medio de la desolación, ha llegado a mis manos un interesante artículo del psiquiatra azpeitiarra Blas Erkizia aparecido en el suplemento «Larrun» que publica la revista «Argia». Se titula «Zoriona, eguneroko itxaropena» («La felicidad, esperanza de cada día»). Inicia su artículo con una reflexión aparentemente contradictoria: «El único bien del ser humano se fundamenta en tres pilares básicos como son su debilidad, su inseguridad y su ignorancia». Dicho punto de partida vertebra el presente artículo. Somos multitud quienes admitimos sentirnos exhaustos, apesadumbrados ante una situación que nos desgarra. Erkizia ilustra su paradoja: «La fortaleza surge de la debilidad, la seguridad de la inseguridad y la sabiduría de la ignorancia». Cuando se aborda la resolución de un conflicto surgen todo tipo de excusas: «Ahora no es el momento adecuado», es una de las más socorridas. Nunca lo es. Y los conflictos se eternizan. Erkizia insiste: «La esperanza surge de la oscura realidad del presente. La felicidad se construye en la gestión diaria de la esperanza, en el quehacer del día a día».

Los cambios habidos en Europa tras la caída del muro del Berlín son motivo de esperanza. Diecisiete de los 49 estados que hoy conforman el continente son de reciente creación. Otros dos han ampliado o reducido sensiblemente sus fronteras (Alemania y Rusia). Entre los nuevos estados seis forman parte de la Unión Europea: Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y la República checa. En los próximos meses o años es posible que otras tres naciones accedan a la independencia: Kosovo, Flandes y Escocia. Caen los viejos axiomas. Unas fronteras se besan y otras separan. Cada nación ha labrado su peculiar camino hacia la soberanía. La voluntad popular ha sido el motor; la libre decisión de su ciudadanía el eje del cambio. La diplomacia internacional ha actuado como factor coadyuvante. Encontrar el aliado oportuno en el momento adecuado resulta crucial.

Resulta curiosa la sistemática reacción que las autoridades españolas demuestran cada vez que una nueva nación europea avanza hacia su soberanía. «Lo de Kosovo no tiene nada que ver con Euskadi», ha dicho recientemente Miguel Angel Moratinos. Ni con Kosovo ni con Bielorrusia ni con Georgia, Ucrania o Macedonia. La ciudadanía vasca no es de este mundo. ¿Tendrán razón quienes sugieren que somos marcianos? Pero vivimos en este planeta. Es cierto que somos diferentes. Por supuesto, pero es que solamente desde la diferencia se pueden establecer las comparaciones. Aristóteles estudió la comparación y la metáfora de forma insuperable. Tal y como señala el profesor de Ciencia Política y periodista Xose Luis Barreiro, fue el propio Aristóteles quien advirtió que la comparación sólo puede hacerse entre realidades diferentes. Carece de sentido comparar lo que es idéntico. El profesor gallego lo plantea de forma clarividente: «Si un parapléjico resulta concernido por un experimento médico que hace recuperar la médula de una rata, ¿qué hay de raro en que un vasco se sienta concernido por la paz de Irlanda?». Si aprendemos de las abejas o los chimpancés, ¿por qué no vamos a poder aprender algo de irlandeses o escoceses? Somos diferentes, por supuesto que lo somos. Las terapias de solución, sin embargo, pueden ser semejantes.

Durante la Guerra Fría Europa fue un continente bipolar. Hoy es multipolar. La Europa de los pueblos se construye día a día. Surgen nuevos paradigmas. Las sinergias fluyen entre países y sus gentes. Utilicémoslas.

Las mayorías sociales determinan el futuro. Sólo la libre adhesión de la mayoría a un proyecto garantiza su éxito. Seducir a la mayoría, conquistar las mentes y los corazones. Ese es el reto. Pero ¿cómo? ¿Puede Ibarretxe y su propuesta conquistar tales objetivos? El lehendakari ha colocado el derecho a decidir en el frontispicio de su propuesta. Perfecto. Sin embargo, se nos niega el derecho a decidir en torno al TAV, Tren de Alta Velocidad. El Parlamento ha decidido. ¿Y? La realidad ha demostrado en multitud de ocasiones que voluntad popular y voluntad parlamentaria no siempre coinciden. Se está hurtando el debate social. La mayor inversión jamás realizada en Euskal Herria en materia de infraestructuras ha sido aprobada sin que la televisión pública le haya dedicado un debate al respecto. ¿A qué teme la consejera Nuria Lz. De Guereñu? ¿Dónde reside la soberanía? ¿Cómo se articula el derecho a decidir en cuestiones domésticas?

Hace falta un modelo soberanista de corte social; un nuevo movimiento social que tenga tres pilares básicos: su carácter exclusivamente civil, su amplia base organizativa y su asentamiento en la confianza mutua de quienes lo integran. Un modelo fuerte, innovador, que sea capaz de fundir en adecuada simbiosis la defensa de la identidad con la lucha por la alterglobalización.

El principio del fin del conflicto vasco será posible cuando se empiece a ganar la batalla de la opinión pública. Ni la imposición ni la cloratita sirven como aliados. Resulta metafísicamente imposible ganarse de ese modo a la mayoría. Dicha batalla se librará en muchos frentes dentro y fuera de Euskal Herria: en España, Francia y también en Europa. Es preciso articular un movimiento simpático, agradable, generoso, capaz de ganar aliados aquí y allá, que sea firme en la defensa de todos los derechos humanos, sin renunciar a la sonrisa. Si tal movimiento llegara a cuajar, sería, en mi modesta opinión, imparable; im-pa-ra-ble.

Concluyo con otra reflexión de Erkizia: «La felicidad es la esperanza que surge de asumir el pasado de cada cual e integrarlo en la cruda realidad del día a día».

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