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Respeto a Iriarte y a todos los trabajadores de la Real

Joseba ITURRIA

Uno se ha propuesto no opinar a partir de hoy hasta el final de Liga sobre nada de lo que haga Badiola porque con él la crítica carece de utilidad. Una persona normal las toma como acicate para recapacitar y mejorar. Él, en lugar de reflexionar y dar un paso atrás, aumenta el despropósito y da dos pasos adelante. Además, uno no está dispuesto a que Badiola le responsabilice de lo que pase desde ahora, como hace con el DV tras quedar en evidencia con Zigic y Oliva.

Por la misma razón tampoco va a criticar a Pako Aiestaran hasta que se decida todo esta temporada. Se deseaba que él pusiera sensatez y asumiera la responsabilidad en el plano deportivo, pero lo vivido las dos últimas semanas y que no haya dimitido ni dado la cara después del caso Oliva hacen perder cualquier fe en el supuesto responsable deportivo. No hay poli bueno y poli malo, los dos son polis y comparten el papel del otro.

Al margen de lo patético que es a nivel de imagen para la Real que un técnico se haya quedado en el paro después de que Badiola desautorizara a Aiestaran, lo más grave es la naturalidad con la que se han asumido las barbaridades dedicadas a Iriarte, que entró en la Real con 16 años en 1968 y fue uno de los integrantes del equipo que ganó las dos Ligas. No sólo dio a la Real su juventud, también toda una carrera deportiva recortada por graves lesiones en dos rodillas que quedaron maltrechas. Desde 1982 hasta el 2002 trabajó como técnico en diversos puestos, pero siempre con la misma mentalidad de confiar en la cantera, a la que dedicó sus esfuerzos. Nada se le puede responsabilizar de lo sucedido desde 2002 hasta junio de 2007, cuando renunció a su trabajo con Gales para volver al club con el proyecto de devolverle al camino en el que confiaba sin poder gastar dinero ni hacer ningún cambio. Durante seis meses ha hecho el trabajo que le pidió su Consejo de rebajar los gastos y de confiar en los jóvenes de la cantera. Acertó de pleno en la contratación del técnico y la trayectoria del equipo hasta la fecha y el hecho de que Coleman se marchara tras su humillante despido demuestran que lo ha hecho bien.

Pero el miedo que pueden tener los trabajadores de la Real es que los argumentos esgrimidos contra Iriarte sirvan para despedir a cualquiera negándoles el derecho que todos tenemos a cobrar una indemnización. Desde el gerente hasta el último portero de Anoeta cumplen bien lo que les pide la dirección, como Iriarte, y ninguno tiene la culpa de que los Consejos, los técnicos y sus fichajes no den el rendimiento esperado. Badiola quiere empezar a cambiar por cambiar a todos los trabajadores y también ahí se puede esperar cualquier cosa. Uno sólo espera que aquellos que no encajen en sus ideas tengan el derecho a cobrar lo que les corresponde y se les respete y reconozca su trabajo, como no se hizo con Iriarte.

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