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«La democracia real implica que todos participen»

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Ricardo Alarcón de Quesada
Presidente de la Asamblea Nacional dCuba

Miembro del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, desde 1003, Ricardo Alarcón de Quesada es un hombre que ha estudiado a fondo las experiencias de los sistemas de gobierno, desde que éstas comenzaron a tomar forma en la sociedad esclavista.

A.RODRÍGUEZ-A.PERERA |

Las elecciones de los delegados provinciales y diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba tendrán lugar hoy en un escenario nuevo, que ha levantado mil especulaciones en los medios políticos, periodísticos e intelectuales.

Pero Ricardo Alarcón de Quesada sortea muy bien cualquier análisis circunstancial y prefiere ubicarlas en la tradición revolucionaria democrática del país y sus desafíos hacia el futuro. Y al hacerlo delimita muy bien las diferencias entre las formas en que en esta isla se han decidido los destinos públicos y las extrañas fórmulas que no pocas veces intentaron imponérsele.

A continuación, GARA reproduce algunos extractos de la entrevista realizada por Agnerys Rodríguez Gavilán y Alina Perera Robbio a Alarcón de Quesada para «Juventud Rebelde».

-El Artículo 3 de la Constitución de la República establece que en nuestro país la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado, y ese poder es ejercido directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular... En estos días, de cara a las elecciones, la gente se inquieta por cómo un diputado que no fue propuesto de manera directa podrá representar eficazmente los intereses cotidianos del pueblo...

La clave de la pregunta es quién es el que propone al candidato. En el mundo, no es la gente. Los candidatos se proponen a sí mismos o lo hace una maquinaria electoral por medio de un gran despliegue publicitario. Una gente decide llevar tal candidatura y acercarla al pueblo, convencerlo de que vote a su favor, pero ese pueblo no va a votar por alguien que él mismo haya propuesto.

En Cuba todos saben de dónde salió su delegado, de su circunscripción. A lo mejor un ciudadano no fue a la asamblea de su área, pero sabe que ésta se realizó y, además, quién es el candidato y hasta qué vecino lo propuso. Todos conocen que los delegados a las asambleas municipales fueron elegidos por gente del pueblo, entre varios nominados. Es algo que no existe en ninguna otra parte.

Cuando llegamos a la provincia y a la nación, es imposible, desde el punto de vista práctico, emplear el mismo mecanismo, salvo que fueran maquinarias las que propusieran, y no el ciudadano directamente.

En Cuba se ha creado un sistema que tiene defectos pero trata de acercar la democracia, que funciona más abierta y claramente para elegir al delegado a la asamblea municipal, a esa escala más inasible que es la nacional. ¿Cuál es?: los precandidatos a delegados provinciales y a diputados son propuestos por las organizaciones sociales, y quien decide sobre esa candidatura es la asamblea municipal, elegida de manera directa por el pueblo. La propuesta de candidatos a delegados provinciales y a diputados se lleva al escrutinio público para que la gente se pronuncie. (...)

-El que el delegado esté en el medio de dos realidades, la de sus electores y la de las entidades, no implica un desgaste de su rol y su imagen como polea transmisora ante la falta de respuestas y soluciones?

El asunto no deberíamos verlo solamente como lo que implica esa expresión de polea transmisora. El delegado, ante todo, es organizador, es el dirigente político de toda la comunidad. (...) Debe ser ante todo el conductor, el guía, el dirigente de esa comunidad que ayuda a encauzar la acción colectiva, la participación de los vecinos en el ejercicio del gobierno desde abajo. (...)

Su gran dilema son aquellas decisiones y acciones que lo trascienden más allá de lo que es la comunidad, la gestión que tiene que hacer frente a un organismo, una entidad, una instancia administrativa. (...)

Aquí realmente hay burócratas, funcionarios que cuando están hablando con un delegado no están respetando la Constitución de la República. Lo ven como un infeliz y no como al dirigente político principal de la comunidad, y eso conduce a que lo coloquen en medio de un fuego cruzado. Ahora, hay delegados y delegados, hay formas y formas de hacer las cosas. (...)

Para llegar a una participación real de todo el mundo hace falta una transformación social profunda como la que ha tenido lugar aquí. En Cuba -Fidel lo decía en una de sus reflexiones últimas-, el mayor desafío de nuestros cuadros es que hablamos de un pueblo con cultura, que cuestiona, que exige argumentos, que piensa. (...)

En Cuba, cuando un burócrata, un funcionario, actúa irresponsablemente, su falta tiene una dimensión mayor porque vive en un país que enfrenta una guerra brutal. (...) A veces la gente siente desencanto, insatisfacción por el trato que reciben en un centro de servicios, por la explicación estúpida de un funcionario. En un país que está enfrentando una guerra, nadie tiene derecho a agregar a eso otro motivo de incomodidad, como consecuencia de su torpeza y falta de sensibilidad. (...)

-¿Qué reservas aún no exploradas tiene el Parlamento cubano en el ejercicio de la democracia socialista?

Muchas. Algunas han sido exploradas, incluso practicadas, pero no lo suficiente. Ésta es una marcha que no concluye fácilmente. Tiene que ver con la discusión a fondo sobre la democracia. Decir que se ha llegado al final en el ejercicio democrático es una muestra de incultura. Al único tipo que se le puede ocurrir la tontería esa de decir que él va a exportar la democracia es a George W. Bush, porque quien conozca un poquitico el tema se da cuenta de que la democracia real es sinónimo de utopía.

El autogobierno de la gente, o la participación de todo el mundo en la dirección de la sociedad es una meta, es como el horizonte que te sirve para avanzar y seguir explorando. Hay que seguir haciendo mucho. No te puedes dar por satisfecho.

Hemos sido capaces de elaborar una fórmula más creadora, más autóctona. Nuestro sistema tiene una serie de ventajas. Su desafío es el de todo sistema político: la democracia es necesariamente representativa. (...) Ahora bien: ¿Cómo lograr que la democracia representativa se acerque lo más posible a la democracia directa? Plantearse esa interrogante es la única forma de combatir aquello que unos cuantos teóricos occidentales describen como la ficción de la representación.

En las condiciones de las sociedades divididas en clases la representación es una ficción, y la democracia participativa es una ficción, es una falsedad. (...)

La única posibilidad es en una sociedad más igualitaria en la que se establezca un nivel de control de los elegidos por los electores, un nivel de participación en el Gobierno de aquellos que eligieron a sus representantes. No como el concepto burgués, que tú haces elecciones, eliges a los gobernantes, y al día siguiente no eres nadie. ¿Cómo evitarlo? La única forma es tratando de hacer la democracia representativa lo más cercana a la democracia directa. Eso se llama promoción de la participación real de la gente, control popular sobre la gestión del representante (...). No puedo decir que hayamos alcanzado la perfección ni mucho menos, pero no conozco muchos países donde se haya practicado más que aquí. (...)

La reflexión nacional en una democracia verdadera no es el debate entre los elegidos en el Parlamento, esa es una de las grandes mentiras de la democracia burguesa. La democracia implica que todos participen.

-En un mundo donde predomina el multipartidismo la experiencia cubana suele ser cuestionada, y en oportunidades manipulada. ¿Cómo congenian democracia y unipartidismo en nuestro modelo?

En el fondo, la idea que hay de eso es que la democracia es la competencia entre varios políticos. Y tú lo ves en todo, en la literatura, en las películas, una elección es un tipo por aquí con unos pasquines, otro por allá, a ver quién gana, y la gente decidiendo, pero la gente no decidió quién es el que está en el pasquín. Democracia nunca fue eso. Democracia fue el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Siempre me gusta citar a Pericles, quien hace 2.500 años dijo, defendiendo el sistema ateniense, que su sociedad era democrática porque no la habían copiado de nadie, atendía a la idiosincrasia de su pueblo y tenía como propósito defender los intereses de la mayoría.

No tengo la menor duda de que nuestro sistema es autóctono. A diferencia de otros países de América Latina, el nuestro tiene una larga historia constitucionalista, jurídica, que es muy peculiar porque es anterior a la independencia. Los norteamericanos no tuvieron Constitución hasta después de ser independientes. En Cuba hubo cuatro constituciones, tenemos asambleas constituyentes, todo un sistema de gobierno, jamás fue diferente a como es ahora. A nadie se le ocurrió en la República en Armas tener dos cámaras. Era una sola, una asamblea de representantes. Ese invento vino con la ocupación yanqui.

La elección del Gobierno por la Asamblea, la unicameralidad, viene desde Guáimaro; se ratifica en Jimaguayú, en Baraguá, en la Yaya. ¿Por qué tenemos que copiar el sistema que inventaron en Massachusetts? ¿Por qué, si democracia es la que surge de tu cultura? Este país tuvo una tradición, tuvo dirigentes negros, esclavos que fueron generales antes de la República.

La Cuba de la época de la guerra era más democrática que la Cuba de la República de la intervención yanqui. Legislaron y aprobaron todo tipo de leyes: divorcio, familia, procedimientos penales. Y la Constitución de Guáimaro (1869) proclamó que todos los hombres son iguales y no existe la esclavitud. A ver si en París o en Nueva York puede decirse algo así... Lo que hemos hecho es regresar a las raíces.

© Rebelión

 

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«Es una muestra de incultura decir que se ha llegado al final en el ejercicio democrático. La democracia real es sinónimo de utopía»

burocracia

«En Cuba, cuando un burócrata actúa irresponsablemente su falta tiene una dimensión mayor porque vive en un país que enfrenta una guerra brutal»

competencia

«La democracia no es la competencia entre políticos. Es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo»

necesidad

«El voto unido no es sólo una necesidad de salvar la patria y de defender la Revolución, sino también de mejorarla»

«El voto unido es defender la soberanía»

En 1993, Fidel Castro convocó al voto unido al considerar que era lo que más le convenía al país, que entraba en el período especial y el Gobierno de EEUU creyó que era el momento de darle un golpe a la Revolución. Quince años después, sigue teniendo la misma trascendencia, tal y como señala Ricardo Alarcón de Quesada.

Asegura que la línea estratégica estadounidense contra Cuba sigue siendo la misma y que la Casa Blanca admite que ha multiplicado por cinco su presupuesto destinado a organizar dentro de la isla «una llamada oposición, los llamados disidentes». Por eso, no duda en afirmar que, como «los riesgos y amenazas se han multiplicado», las razones estratégicas que sustentan la convocatoria del voto unido se mantienen vigentes. «No es sólo una necesidad de salvar la patria y defender la Revolución, sino también de mejorarla. Es la única forma posible -agrega- de asegurar que en nuestras asambleas esté representada toda la sociedad, todo el pueblo, de fortalecer nuestro sistema, para hacerlo más rico y representativo».

Alarcón de Quesada subraya que «el voto unido es lo opuesto a la supuesta competencia que los países capitalistas presentan como el elemento principal, el más notable de sus llamadas democracias».

Justifica también el voto unido cuando subraya que supone «la defensa de la soberanía y de la independencia», porque constata que, desde 1993, el mundo ha cambiado mucho, «para peor. Vino Bush». E incide en que entonces, Fidel Castro insistió en la «necesidad de explicar que el voto unido no es una consigna, sino una idea estratégica, que hay que explicarla para persuadir y convencer. Hay que dar argumentos a la gente, tratarla con lo que es, parte de un pueblo libre y culto».

El presidente de la Asamblea Nacional aclara que «el ciudadano tiene, legalmente, todo su derecho de votar por uno, por varios, por todos o ninguno de los candidatos. No se trata de una imposición, ni de una orden ni de una consigna. Lo que debemos buscar es que la mayoría de nuestro pueblo comprenda que se trata de un voto libre, consciente expresión del ejercicio responsable de un criterio sólido».

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