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En la misma piedra una y otra vez

El Alaves, que falló un penalti en la primera parte, cayó derrotado por otro error en una jugada a balón parado muy similar a la de la semana pasada en Anoeta, justo pocos minutos después de que Gabri parecía haber rescatado el punto que escapó en Donostia

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DEPORTIVO ALAVÉS 2

CELTA DE VIGO 3

Jon ORMAZABAL | GASTEIZ

Lo peor que puede hacerse tras un error es no aprender de él y, cuando parecía que el tanto de Gabri iba a servir para recuperar el punto que se escapó en Anoeta in extremis, una jugada prácticamente idéntica, pero partiendo de una falta, condenó al Alavés a pasar el ecuador de la competición con más frió que calor. Una vez más, y van demasiadas, el Alavés no fue inferior a un rival de pedigrí, pero sus errores llevan camino de obligarle a sufrir porque el peligro del descenso sigue demasiado cerca para estar tranquilos.

Perder por segunda semana consecutiva por un error demasiado parecido al de Anoeta no puede ser casualidad, mucho menos cuando el partido de ayer se escapó simple y llanamente por haber acumulado más fallos que un Celta que tampoco demostró nada del otro mundo, pero en el que el acierto de sus delanteros tapó los huecos de sus defensas.

Alavés y Celta se presentaron en Mendizorrotza como dos equipos que sufren mucho sin balón. Como sucediera la semana pasada en Anoeta, al Celta le bastaron dos buenos pases para superar el entramado defensivo albiazul pero el equipo gallego tuvo la pegada que no tuvo el equipo guipuzcoano la pasada semana. Tras un error en un pase, Costa ganó el carril que Edu Alonso dejó a su espalda en una incorporación en ataque y batió a Bernardo con mucha calidad.

Obligado por el marcador, el equipo de Uribe dio un paso adelante con un enorme desgaste físico en la presión por parte de David Aganzo. Con mucha más posesión, el Alavés fue metiendo en su área al Celta por mucho que su banda derecha siga huérfana y Moral siga muy lejos de su mejor estado de forma y el equipo lo eche en falta.

Con el partido bajo su control, en apenas diez minutos el equipo local fue capaz de crear dos clarísimas oportunidades de gol malogradas consecutivamente. La primera llegó de un penalti cometido por Núñez al despejar con la mano un remate de Pablo Casar de cabeza por la que debió ser expulsado. David Aganzo falló en su ejecución al disparar muy suave. En la siguiente jugada, el árbitro dejó sin validez un remate de Samuel que terminó en gol por falta previa de Casar.

Afortunadamente, los papeles del penalti se intercambiaron en el minuto 27, cuando el portero asturiano cantó escandalosamente en un pase atrás de Lequi y la fe y las ganas de Aganzo le sirvieron para meterse en la portería con el balón en el pie.

Ambición sin premio

Pese al consabido peligro del Celta al contragolpe, el Alavés entendió acertadamente que, para sacar el partido adelante, debía de ser él el que llevara el peso del mismo. Sergio y Toni Moral, con dos buenos disparos al borde del área, pudieron haber hecho buena una propuesta que terminó siendo estéril tras otra enorme falta de contundencia en defensa.

Tras un buen contragolpe celeste llevado por banda derecha, ni Bernardo ni los centrales estuvieron listos a la hora de rechazar un balón colgado al área, el defectuoso despeje del portero local le vino a Jorge a la cabeza y el canario salvó la desesperada salida del meta local con una precisa vaselina con la que hizo el 1-2.

Este golpe fue mucho más duro y al Alavés le costó mucho más reaccionar. Entre que Aganzo notaba la paliza física, que López Caro sacó a Canobbio para dormir el partido y que los cambios de sistema tampoco daban gran resultado, el partido parecía escaparse sin remedio. Sin embargo, en una jugada calcada a la de Elustondo en Anoeta, Gabri parecía rescatar el punto que se quedó en Donostia hace siete días.

Nada más lejos de la realidad, en una actitud valiente, el Alavés fue a por el partido, pero no aplicó eso de que es bueno no perder cuando no has podido ganar. Caer en una contra hubiera sido quizá más asumible y heróico, pero perder otro punto en un balón parado prolongado para que marque alguien entrando por detrás es ya como para írselo a mirar, pues la sangría es excesiva.

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