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ANÁLISIS Tormenta en los mercados

El miedo a la recesión hace tambalear las bolsas

El autor analiza las razones de los bruscos movimientos al alza y a la baja experimentados por los índices bursátiles a lo largo de esta semana. Constata que la economía de EEUU no logra ahuyentar el fantasma de la recesión y subraya que si se produce, Europa y Asia sufrirán. Las bolsas han vivido una semana de locura. Los índices han marcado movimientos al alza y a la baja en medio de una fuerte convulsión, en la que los inversores han tratado de ponerse a cubierto a la espera de menor volatilidad.

Alberto CASTRO Analista bursátil

Aunque no hay una respuesta única para entender lo sucedido esta semana en las bolsas mundiales, se podría volver la vista atrás para encontrar el comienzo de esta historia todavía inacabada.

El primer problema al que se enfrentan los mercados es la posibilidad creciente de recesión. El miedo a que pronto sea una realidad hace tambalear a los mercados de renta variable. Bien es cierto que, técnicamente, sólo se habla de recesión cuando se enlazan dos trimestres con crecimiento negativo. Pero, ¿quién va a esperar a que se cristalice para vender sus acciones? Este es el principal escollo de los mercados, después de que ya en el mes de marzo se dieran las primeras alarmas sobre la debilidad de la economía estadounidense como antesala de esa posible recesión.

Más tarde, este miedo fue cobrando fuerza con el estallido de la crisis de las hipotecas de alto riesgo, el descalabro del sector inmobiliario -desplome de la construcción y precio de la vivienda- y la falta de liquidez en los mercados. Los bancos centrales inyectaron dinero a mares, pero el sector financiero todavía no ha podido recobrarse del todo. Las cuentas presentadas por los bancos de inversión estadounidenses, e incluso por los minoristas, no dan ninguna confianza en el futuro.

Durante el año pasado, además, se asistió a una escalada del precio del petróleo y de las materias primas, dos factores que han puesto sobre la mesa las dificultades para mantener la estabilidad de precios. El único alivio, hasta el momento, ha venido desde los resultados empresariales. La excepción ha sido, precisamente, el sector financiero, como quedó bien demostrado con las grandes pérdidas presentadas por Citigroup, Merrill Lynch y Morgan Stanley.

Todos estos factores, alimentados casi sistemáticamente por datos macroeconómicos negativos, sobre todo en Estados Unidos, han propiciado la caída de los mercados en los dos últimos meses y la convulsión de esta misma semana. Es decir, la recesión, aunque no se ve, se siente cercana.

Para enfrentarse a ella, se han producido dos medidas urgentes tendentes a frenar, al mismo tiempo, la caída de las bolsas y la desaceleración de la economía. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, recortó esta semana el precio del dinero en un 0,75%, hasta el 3,50%, y el Gobierno de Estados Unidos aprobó un plan de incentivos fiscales por valor de 145.000 millones de dólares.

Mientras tanto en Europa, las condiciones son otras, y el Banco Central Europeo no tiene intención de modificar el precio del dinero a corto plazo para reforzar el crecimiento.

Con todo, las hipotecas de alto riesgo también han perjudicado seriamente a muchas entidades bancarias europeas y han generado una crisis financiera importante, así como una inusitada falta de confianza en compañías con buenos beneficios y perspectivas. Por tanto, resulta prioritario para el conjunto de los mercados bursátiles y la propia economía que el sector financiero recupere solidez y credibilidad a un tiempo.

Bajo este marco, más tenebroso en Estados Unidos, todos los índices han estado subidos a una montaña rusa esta semana, en la que se hace difícil buscar argumentos inequívocos. Por el momento, está claro que muchos valores ya se fueron desinflando a lo largo del año pasado, tendencia que han mantenido en este mes y que, probablemente, seguirá por algún tiempo. Y esto es más que evidente en las constructoras del Estado español, ahora en problemas para garantizar su presencia dentro del capital de las grandes firmas energéticas. Precisamente, la alegría del endeudamiento en los movimientos corporativos es uno de los motivos de la actual fase de incertidumbre que rodea a los mercados.

También entrarían en el mismo saco, aunque en menor proporción, las grandes deudas acumuladas por las familias en plena época del «boom» crediticio. Su efecto dañino, a la vista está, ha traído consecuencias fatales para la economía estadounidense.

Y si de valores hablamos, hay opiniones para todos los gustos. No obstante, es bien cierto que son más los analistas que reclaman cautela y mantenerse alejados de los mercados de acciones.

Sólo los más avisados o profesionales podrían obtener beneficios de los rebotes, mientras que los demás pueden refugiarse en la renta fija y las cuentas bancarias de alta rentabilidad. Si son más expertos podrían recurrir a buscar valores defensivos, aunque en tiempos de crisis como éstos todos suelen bajar sin atender a razonamientos fundamentales. En esos momentos se olvidan las nociones de beneficios, dividendo o solvencia financiera. Los sectores más socorridos para encontrar estas oportunidades son las comunicaciones y las empresas de servicios públicos.

No hay, por tanto, bola de cristal para dar con el derrotero que seguirán los mercados, aunque la economía estadounidense sigue sumando puntos para entrar en recesión.

De confirmarse, Europa y los países asiáticos también lo pasarán mal.

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