Un grupo de sudaneses que pasaron años en la base militar estadounidense de Guantánamo sin que se presentarán cargos contra ellos demandarán a Washington por la tortura física y sicológica que sufrieron.

«Hemos pedido una compensación y una disculpa», explicó en Jartum el cooperante Adil Hassan Hamad. Liberado hace apenas un mes, compareció ante los medios de comunicación con un mono naranja idéntico a los que utilizan en Guantánamo. Fue detenido en Pakistán en 2002 mientras trabajaba con refugiados. Tras ser trasladado a Afganistán, fue conducido a la base estadounidense.

Subrayó que su abogado pedirá una compensación en los tribunales estadounidenses, ya que una de sus hijas murió durante su encarcelamiento porque su esposa no podía costearse el tratamiento médico.

Hamad y otros ex presos mostraron una celda similar a la que estaban para explicar cómo eran las condiciones. «A menudo dejaban a los prisioneros atados en habitaciones muy, muy frías y se negaban permitirles ir al servicio. Fui golpeado, obligado a permanecer de pie por largo tiempo, y privado de sueño durante tres noches», manifestó en referencia al periodo que pasó en Afganistán.

Seis años sin ver a su esposo

Por su parte, Aygol Ismailova relató entre lágrimas el calvario de su esposo Sami al Hajj, periodista de Al Jazeera que lleva 400 días en huelga de hambre y está siendo alimentado forzosamente dos veces al día de un modo que su abogado calificó de cercano a la tortura. Hajj ha empezado a orinar sangre, además de tener otros problemas de salud.

«Su hijo Mohamed siempre me pregunta ¿dónde está mi padre, quién se lo llevó? ¿Qué hacen allí?, y yo no sé qué contestarle», incidió. «¿Sabe la gente que no tengo modo de contactar con mi marido que no sea a través de cartas que llegan tarde y censuradas. Desde hace más de seis años no he escuchado su voz, no lo he visto. Esto es una tortura», denunció Ismailova.

Resaltó que todos los presos de Guantánamo merecen una compensación y una disculpa.