Tomás Karrera Juarros concejal en Irun y licenciado en historia
¿Qué, nos echamos a la calle?
Ha llegado la noticia que no deseábamos escuchar. La suspensión de actividades de EHAK y ANV. La noticia que esperábamos como un ejecutado espera ante un pelotón de fusilamiento. El cheque político que asegura más años de sufrimiento, que nos sumerge en la ilegalidad a los partidos independentistas y que constriñe tanto el cuerpo democrático del sistema político que éste muere de asfixia. De democracia vigilada a democracia encarcelada. De nuevo, un viaje a los tiempos de la censura, de la falta de libertad de expresión o de libertad política para elegir... Era el régimen franquista. La España una, grande y libre. ANV era ilegal y el PSOE defendía el derecho de autodeterminación...
La historia está llena de ejemplos de movimientos progresistas que al no convertirse en revolucionarios pierden la oportunidad histórica del cambio político y sumergen a los nuevos sistemas en reaccionarios. La transición española es un ejemplo del cáncer que ha devorado a todas las fuerzas políticas que apoyaron la fórmula de cambiar algo para que nada cambie: PSOE, PNV, IU son cadáveres vaciados por el abrazo al franquismo. El estado ha impuesto sus reglas. España debe ser una, grande y libre para quien acepte estos principios. Y en su defensa y consecución, el poder ejecutivo, judicial y legislativo son uno y trino. La Santísima Trinidad hecha carne.
Ya sabemos que el fanatismo y la sinrazón campa por nuestros vastos cerebros vascos, que nuestro objetivo no es otro que el de quebrar la convivencia de los hombres y mujeres del País Vasco. Lo dice el Ayuntamiento de mi pueblo, que se jacta de continuar profundizando en los valores de la paz y la tolerancia, en el recuerdo y respeto permanente a las víctimas del terrorismo. Y sigue guardando un respetuoso silencio sobre las víctimas de los fascistas, que en 1936 masacraron la población y redujo a escombros la ciudad.
En tiempos de Franco, la democracia era en voz baja, cosa de todos y todas. Hoy en día, la democracia es cosa de muchos algunos. Algunos que viven del cuento, algunos que cuentan los cuentos, algunos que negocian destrucción permanente, algunos que compran trenes y aviones de alta velocidad, algunos que venden armas o sufrimiento según el mejor postor del momento, algunos que se uniforman en nombre de... Y todos con sus propios altavoces, libertad de prensa lo llaman, aunque sean cuatro empresas quienes gestionen el negocio del grito demócrata que llega hasta los cielos. Mientras tanto, la mayoría silenciosa calla y atiende los rumores de basura televisiva como si les fuera la vida en ello. Y lo triste es que así pierden la vida y consumen los años.
La diferencia entre la mayoría silenciosa de los tiempos de Franco y la actual reside en su actitud. Antes despierta ante el engaño evidente, ahora somatizada ante la evidencia del engaño.
Tal vez por ello, quedamos los pocos de los otros, unos pocos que protestan y mantienen la utopía de un futuro mejor, unos pocos que se manifiestan en contra de las guerras, unos pocos los que abogan por un modo de vida más ecológico, unos pocos que cooperan en contra de la desigualdad económica en el mundo, unos pocos que se oponen a infraestructuras que condenan a muerte el planeta, unos pocos que luchan por salvar las señas de identidad de los pueblos indígenas de los cinco continentes. Todos esos pocos, mejor callarlos. Lo exige el estado de derecho impuesto y los valores de paz y tolerancias vigentes.
En tiempos de Franco, algunos y algunas utópicas lo gritábamos a la carrera. Había que correr para no ser detenido. ¿Ahora no sucede acaso lo mismo? En aquel entonces, nadie reivindicaba la democracia. Seguramente porque el régimen se autoproclamaba demócrata. Democracia orgánica, la llamaban. Por ello, gritábamos «Askatasuna», «Independentzia», «Amnistia», que eran las esencias libertadoras. Libertad para elegir, en un país propio, sin presos políticos.
Hoy en día, la falta de libertades democráticas, de diálogo político y de tolerancia se han disfrazado de estado de derecho. Te detienen y te encarcelan con más facilidad y ligereza que en los mismísimos tiempos de Franco. Si no, comparen las condenas por hacer una pintada o romper los cristales de una entidad bancaria en tiempos de Franco y las de hoy en día. Eso sin contar el viaje a la capital del reino y la más que probable guarnición de tortas que te endiñan por el camino. En aquellos tiempos la ración de hostias era la misma. Te las daban aquí y las curabas en Martutene, Iruñea, Nanclares o Basauri. Hoy en día las curas en Madrid y te repones en Extremadura o Andalucía.
Entonces teníamos algunos partidos aceptados y otros en la ilegalidad. No hemos avanzado demasiado. Y para colmo la regresión sin tapujos ha comenzado. Batasuna, primero. EHAK y ANV ahora. ¿Qué partido será el siguiente? El espacio del debate político se va achicando y ya Ibarretxe es supersospechoso.
Sin embargo, la autenticidad, la identidad del ser, siempre se encuentra en la acción política, nunca en los discursos. Más allá de las palabras, hoy son días en los que nos toca a la ciudadanía salir a la calle a seguir corriendo, a seguir gritando, a seguir sonriendo, porque las detenciones y la cárcel son la esperanza del cambio. Seguiremos avanzando y el mañana viene ágil.