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Jon Odriozola Periodista

Una de marxismo (con perdón)

A Luis XVI lo guillotinaron no por desfalcos, sino por un único delito: ser rey. Como hoy encarcelan a comunistas y abertzales por ser eso precisamente

Lo genial en Marx (Lenin dixit) es que dio respuesta a los problemas que el pensamiento más avanzado de la humanidad había planteado ya. El marxismo es el heredero de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo (utópico) francés.

La filosofía del marxismo es el materialismo (no el vulgar ni glotón, sino el histórico y dialéctico). Así como el conocimiento del hombre (no digo «y la mujer» porque se sobreentiende) refleja la naturaleza, o sea, la materia en desarrollo, que existe independientemente de él, así el conocimiento social del hombre (religión, política, filosofía, etc.) refleja el régimen económico de la sociedad. Las instituciones políticas son la superestructura que se alza sobre la base económica. «El Capital», de Marx, está consagrado al estudio del capitalismo desde el simple trueque mercantil hasta sus formas más elevadas (cuyo prototipo es el «simpático» I. Azkuna, verbigracia).

La economía política clásica anterior a Marx surgió en Inglaterra, el país capitalista más desarrollado entonces. Adam Smith y David Ricardo sentaron las bases de la teoría del valor por el trabajo. Marx desarrolló esa teoría consecuentemente. Mostró que el valor de toda mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo socialmente necesario invertido en su producción. Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra, un obrero muerto por otro), Marx descubrió relaciones entre personas (capitalista/asalariado; propietario de los medios de producción y el obrero que no tiene más remedio que vender lo único que tiene: su fuerza de trabajo para mantener a su familia y... a su patrón). La teoría de la plusvalía (el trabajo no pagado a la clase obrera) es la piedra angular de la teoría económica de Marx. La esencia del capitalismo no es tanto la ganancia como la explotación del trabajo no pagado.

La Revolución francesa, que tumbó el feudalismo, reveló que la base de todo desarrollo y su fuerza motriz es la lucha de clases (eso que los bomberos de la socialdemocracia, con Bambi Zapatero a la cabeza, niegan obsesiva e históricamente). A Luis XVI lo guillotinaron no por desfalcos, sino por un único delito: ser rey. Como hoy encarcelan a comunistas y abertzales por ser eso precisamente. Y no por otra cosa. Porque si todo fuera ETA, como dice y miente a sabiendas Garzón, hace tiempo que Euskal Herria hubiera sido la Cuba de Europa (o la «Albania del Cantábrico» que decía -y temía- Arzalluz).

La burguesía, entonces revolucionaria, hoy le ríe las gracias al rey Borbón. Pero no se apoya en él pues lo mismo mañana lo derroca para seguir en el machito. Esto es secundario para un revolucionario (sin restarle su importancia). Ni un solo país capitalista se formó sin una lucha a muerte entre las diversas clases sociales. Ni uno. Nacieron matando y morirán matando, así se carguen el planeta con tal de mantener la piscina y la querida. ¿Quién es aquí el violento?

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