La movilización histórica tuvo lugar el 19 de febrero de 1994 en Bilbo y no sólo modificó las relaciones sindicales, sino que abrió la puerta a la incidencia del sindicalismo abertzale en la situación sociopolítica de Euskal Herria, con la constatación del agotamiento del marco autonómico que desembocó en el acuerdo de Lizarra-Garazi. Desde entonces, la reivindicación de la capacidad propia para decidir el modelo de relaciones laborales ha sido constante en el sindicalismo abertzale, y se ha vuelto más apremiante ante cada reforma laboral que desde el Estado español se ha venido imponiendo y que han extendido la precariedad, han recortado la capacidad de actuación sobre la siniestralidad, han deteriorado el sistema de pensiones y han limitado la formación continua. Desde ese planteamiento común, los sindicatos abertzales han constatado la falta de capacidad de las instituciones autonómicas para reaccionar y hacerles frente y han evidenciado la necesidad de un nuevo marco político que sustituya al actual autonomismo.

Tras el punto de inflexión de la manifestación del 19 de febrero, en la que participaron miles de personas, la convocatoria conjunta del Primero de Mayo de ELA y LAB tuvo como eje al denuncia de la reforma laboral pactada por UGT y CCOO.

Posteriormente, llegó la declaración conjunta del Aberri Eguna de 1995, en la que ratificaron la necesidad de que los ciudadanos vascos decidan su destino, de la negociación pare resolver el conflicto político y de la participación de los trabajadores en la construcción nacional de Euskal Herria. Más tarde, ELA constató en Gernika la defunción del Estatuto y se abrió la puerta a la declaración de Lizarra-Garazi.

Desde el diagnóstico común sobre el marco propio de relaciones laborales se sucedieron movilizaciones conjuntas por la jornada de 35 horas, el salario social, el reparto de la riqueza, contra los cierres de «Egin» y «Egunkaria», o por los presos. De la misma forma participaron en las huelgas generales del 21 mayo de 1999 y en la del 19 de junio de 2002, cuya convocatoria exclusiva en Euskal Herria reflejó en la calle la capacidad de respuestas propias por parte de la clase trabajadora vasca. La última movilización conjunta tuvo lugar en el décimo aniversario de la manifestación de Bilbo. Con un acto en el palacio Euskalduna y una manifestación, ELA y LAB ratificaron su compromiso por un marco vasco de relaciones laborales y destacaron los logros obtenidos en una década de trabajo común. A pesar de constatar desencuentros y retrocesos, abogaron por «poner en marcha el capital social y político del sindicalismo vasco para que contribuya activamente al proceso soberanista».

En este sentido, el secretario general de LAB, Rafa Díez, subrayó la importancia de acumular fuerzas para impulsar el cambio político y social ante la ofensiva brutal de los Estados español y francés. Destacó que «no hay normalización política ni proceso de paz sin reconocimiento de Euskal Herria y sus derechos». El secretario general de ELA, José Elorrieta, se mostró de acuerdo en que «el núcleo del conflicto es el reconocimiento del derecho de autodeterminación y de Euskal Herria como nación» y subrayó que «el mayor logro» de esta dinámica es la constatación de que «el sindicalismo vasco ocupa un espacio soberanista y no es un subistema del sindicalismo español».

ELA y LAB reclamaron por ello un nuevo marco político con contenidos que beneficien a la mayoría de la sociedad en empleo, justicia tributaria, coberturas sociales o vivienda. Aunque señalaron su voluntad de seguir avanzando por el mismo camino, las estrategias se han ido separando en los últimos cuatro años.

Elementos de coincidencia suficientes

El secretario general adjunto de ELA, Adolfo Muñoz Txiki constataba esta separación el año pasado al señalar que veía a LAB «con un planteamiento competitivo» y decía no entender la defensa de un marco vasco de relaciones laborales «que no tenga en cuenta las reglas de juego, entre ellas que no caben acuerdos en minoría», en referencia a la negociación colectiva, y constataba «un desencuentro importante».

Por su parte, Rafa Díez opina que «el sindicalismo abertzale debe abordar una nueva fase en la exigencia de un marco vasco de relaciones laborales como parte del cambio político. Díez suscribe el análisis de ELA sobre la vía estatutaria, sin garantías, limitada territorialmente y que deja las decisiones en manos del Estado, pero se pregunta cómo el sindicalismo abertzale se convierte en agente activo para impulsar un marco propio.

«No tenemos que esperar a nada ni a nadie. Tenemos, en principio, elementos de coincidencia suficientes para acumular y activar fuerzas», afirma. El secretario general de LAB admite que existen cuestiones que inciden de forma contradictoria en esa acumulación de fuerzas, tanto en el plan político como en el modelo de acción sindical. «Pero la semilla que sembramos en aquella manifestación del 19 de febrero de 1994 tiene que brotar con fuerza en este contexto político», concluye.

Aunque esa semilla sigue esperando su primavera, el pasado noviembre ambas centrales llevaron a cabo una actuación conjunta en defensa de un modelo propio, en este caso de formación continua. Se trata de la salida de Hobetuz, tras la decisión del Gobierno de Lakua de adoptar el modelo español en el que sindicatos y patronal gestionan los fondos de formación que otorga el Estado español, en contra del criterio de la mayoría sindical vasca.

Respecto a la posibilidad de reiniciar así un trabajo común Elorrieta matizó entonces que «esto es lo que es, que en los tiempos que corren no es poco», mientras Rafa Díez mostró «vocación de seguir con dinámicas de acumulación».