El holandés Menno Meyjes, en tanto se estrena «Manolete» y prepara su película sobre Robert Capa, no pierde el tiempo y presenta un curioso largometraje que se sale de lo habitual en las películas con niño que proliferan en Hollywood. Vendría a ser el equivalente infantil a «K-Pax», que, a su vez, era la versión norteamericana de la película argentina de Eliseo Subiela «Hombre mirando al sudeste».

En este caso, también su protagonista se cree un marciano e incluso llega a sembrar la duda en las personas de su entorno. Es una manera de explotar el matiz que se da al término «marciano», aplicado a alguien que resulta extraño y no parece de este mundo. Es una impresión que está muy presente dentro de la problemática educacional en la actualidad, puesto que algunos padres no logran entender a sus hijos, como si estos hubieran venido de otra galaxia.

Esto es lo que le ocurre al padre adoptivo encarnado por John Cusack, quien al enviudar se hace cargo de un pequeño huérfano, cuyo comportamiento resultará del todo imprevisible. De la compleja relación paternofilial derivará la noción de un sentido de aprendizaje compartido, en el que la fantasía de la niñez desempeña un factor tanto o más importante que la experiencia adulta.