EEUU RESUCITA LA GUERRA DE LAS GALAXIAS
EEUU enseña músculo lanzando un misil contra un satélite espía
El lanzamiento por parte de EEUU de un misil contra un satélite-espía a la deriva ha sido presentado por Washington como un operativo preventivo ante su eventual impacto en zonas pobladas. Pero los expertos reconocen que va mucho más allá y está directamente relacionado con su proyectado escudo antimisiles. Rusia y China, que han advertido contra el riesgo de una militarización del espacio, han visto confirmados sus temores y han puesto el grito en el cielo.
GARA | HONOLULU
EEUU anunció haber abatido uno de sus satélites-espías a la deriva con un misil lanzado desde un navío de guerra, una operación sin precedentes en palabras del Pentágono.
«A las 22:26 horas del miércoles (4:26 hora de Euskal Herria), un crucero de la clase Aegis, el USS Lake Erie, ha lanzando un misil SM-3 táctico que ha alcanzado al satélite a aproximadamente 133 millas náuticas (246 kilómetros) sobre el Océano Pacífico cuando el satélite se movía a más de 27.000 kilómetros por hora», anunció el Departamento de Defensa.
El Pentágono aseguró ufano que el satélite fue reducido «a trozos del tamaño de un balón de fútbol» aunque precisó que habrá que esperar «24 a 48 horas» para confirmar al 100% la destrucción del depósito del satélite, lleno de una sustancia altamente tóxica, la hidrazina.
«Tenemos un alto grado de certidumbre de que hemos destruido el depósito, pero no podemos confirmarlo de forma definitiva», aseguró el jefe del Estado Mayor interarmas adjunto, general James Cartwright.
Al anunciar hace una semana su decisión de destruir el satélite -del tamaño de un autobús- el Pentágono la justificó aduciendo la presencia en el depósito de 450 litros de hidrazina.
Este producto, que sirve para propulsar en órbita al satélite, es potencialmente peligroso para la población si el depósito que lo contiene se estrellara intacto contra la tierra.
Nada se sabe del satélite
El Pentágono mantiene en secreto la información sobre el satélite-espía, el US 193. No ha trascendido ni su tamaño exacto, ni su peso, ni su forma. Sólo se sabe que fue puesto en órbita el 14 de diciembre de 2006 desde la base Vandenberg, en California y que nunca alcanzó su órbita correcta.
Se especula con que algo falló en su ordenador de a bordo y que desde entonces estaba perdiendo altura cada vez con mayor velocidad.
El Pentágono hizo público hace semanas un informe oficial que incluía a zonas pobladas de Canadá, Irlanda, Escocia o el Cono Sur en la trayectoria de impacto del satélite.
El general Cartwright se congratuló ayer de que el tamaño de los trozos tras la impacto del misil sería más pequeño que lo esperado por el Pentágono y que los aparatos y equipos que tuvieran valor por su función en el espionaje probablemente resultaron destruidos.
«Debido a la altitud relativamente baja del satélite en el momento de la colisión los escombros empezarán a reingresar en la atmósfera terrestre inmediatamente», explicó el Pentágono. Casi todos los trozos del satélite destruido «se quemarán en el reingreso dentro de las 24 a 48 horas, y el resto de los fragmentos deberá reingresar (a la atmósfera) dentro de unos 40 días», añadió en su comunicado.
Por si acaso, el Gobierno federal estadounidense ha diseminado equipos de rescate por todo el país para recogerlos inmediatamente en caso de que caigan restos del ingenio.
«Guerra de las Galaxias»
Si el éxito del lanzamiento se confirma, estaríamos ante una demostración de EEUU al resto del mundo de su capacidad para llevar adelante siquiera una versión de la «Guerra de las Galaxias» que popularizó en su día el presidente Ronald Reagan.
El anunciado derribo del satélite-espía se revelaría así como una prueba de sus proyectos de defensa espacial, incluyendo su sistema de defensa antimisiles.
Así lo ha interpretado Rusia, que ha asegurado que estamos ante el primer paso de Washington en su intento de «desplazar al espacio la carrera de armamentos». En opinión de Moscú, la operación «no es tan inocente» y con ella se persigue el modo de «ensayar su sistema de defensa antimisiles para la destrucción de satélites».
El Gobierno chino pidió a EEUU datos relevantes sobre la operación, pues «China está siguiendo muy de cerca el posible daño que causa la acción estadounidense para la seguridad del espacio», señaló el portavoz del Ministerio de Exteriores, Liu Jianchao.
Liu pidió a Washington que «cumpla las obligaciones internacionales y facilite a la comunidad internacional la información necesaria para que los países más importantes puedan tomar precauciones», informó la agencia Xinhua.
Precisamente, China y Rusia presentaron conjuntamente la pasada semana en la Conferencia de Desarme de Ginebra un proyecto de tratado de prohibición de las armas en el espacio.
Ambos países alertaron del riesgo de una nueva carrera armamentística en torno al espacio y a un eventual regreso a los patrones de la Guerra Fría. Washington rechazó tajante la propuesta de Rusia y China de desmilitarizar el espacio.
Moscú expresó entonces su sospecha de que Washington estaría preparando en secreto un programa de destrucción de satélites.
EEUU insistió ayer en tratar de quitar hierro a la polémica insistiendo una y otra vez en que el único objetivo del lanzamiento era la destrucción del depósito del satélite.
Washington protestó enérgicamente en enero de 2007 después de que China abatiera sin previo aviso un viejo satélite meteorológico con un misil.
Los analistas interpretaron entonces la iniciativa china como una prueba de fuerza con un mensaje cifrado a EEUU instándole a que dé marcha atrás en sus proyectos de militarización del espacio.
EEUU habría respondido ayer con otro mensaje cifrado en el que se reivindica como pionera en arsenal antisatélites y, de paso, muestra las incipientes capacidades de su programa de escudo antimisiles.
EEUU destruyó un satélite lanzado desde un avión en 1985, en plena era Reagan. Desde entonces sólo ha usado otros satélites como carga para destruir este tipo de ingenios.
Basura espacial
China fue duramente criticada por destruir su satélite meteorológico a una altura de más de 800 kilómetros, lo que dispersó sus miles de trozos en la órbita terrestre.
EEUU insistió en que los restos del US 193, destruido a más baja altura (a unos 240 kilómetros, en el límite de la atmósfera) caerán rápidamente a Tierra.
Actualmente se calculan en decenas de miles los fragmentos de basura espacial que ponen en peligro a los satélites.
No hay legislación internacional específica alguna contra su proliferación.
Fue en 1985 cuando EEUU destruyó un satélite con un misil, lanzado en aquella ocasión desde un avión. Desde entonces había usado otros satélites como carga para destruir ingenios en el espacio.
Una veintena de aficionados a la astronomía y apasionados de los satélites-espías han escrutado estos días con más atención si cabe el cielo coincidiendo con la prueba estadounidense.
Con la ayuda de prismáticos y de telescopios, identifican regularmente las órbitas de los satélites-espías y publican los resultados de sus investigaciones en internet. Ted Molczan y su grupo han identificado más de 190 satélites militares orbitando en torno a la Tierra a distancias que van desde los 2.000 hasta los 40.000 kilómetros. Este vecino de Toronto de 54 años compara el seguimiento de estos ingenios con buscar una aguja en un pajar. Se precisan conocimientos en matemáticas, física, informática y en relaciones internacionales, ya que «los satélites-espías son instrumentos políticos».
El grupo que Molczan lidera comenzó a interesarse en los satélites en la década de los ochenta y sus miembros intercambian informaciones sobre los emplazamientos y las misiones de los satélites interceptados.
En junio de 1983, EEUU dejó de hacer pública la órbita de sus satélites militares. Pero este grupo de astrónomos siguió sus rastros. En 1990, el grupo identificó un satélite estadounidense concebido para ser indetectable a los radares y presentado como invisible a instrumentos de observación óptica como los telescopios y los prismáticos.
Cuando el Pentágono anunció hace una semana del derribo del satélite-espía, sin dar información alguna, no contaba con la pericia de este grupo de aficionados, que identificó el ingenio como USA-193. Otro astrónomo amateur británico, John Locker, colgó imágenes en la red.
Molczan asegura que «no puedo hablar de su misión precisa» y apela a la «tensión entre los gobiernos y sus secretos y el derecho y la voluntad del público de ser informado».