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ANÁLISIS | IBRIA-VIASA

La confrontación Norte-Sur y el expolio de lo público

Más allá del hecho concreto que implica a más de un persona y a dos líneas aéreas -Iberia y Viasa- lo transcendental es que estamos ante la confrontación histórica entre Norte y Sur y entre lo público y lo privado.

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Luismi UHARTE periodista

La orden contra Xabier Irala emitida por un juzgado de Caracas por su actuación en Viasa cuando presidía Iberia, sirve al autor para analizar la confrontación histórica entre el Norte y el Sur y entre lo público y lo privado.

El conflicto Norte-Sur, aparece aquí reflejado por la dinámica de «extranjerización» de la economía, que se vivió desde finales de los años ochenta en adelante en regiones de la periferia como América Latina, donde antiguas empresas nacionales, tanto públicas como privadas, pasaban a manos extranjeras, principalmente de los países centrales, ya fuesen privados o públicos.

La pugna entre lo público y lo privado se expresaba en su máxima crudeza a través de una de las herramientas clave de las llamadas «políticas de ajuste» o neoliberales: la privatización masiva de los bienes públicos, tanto en los países del Sur como en los del Norte. Los casos de Viasa (Venezuela), Aerolíneas Argentinas e Iberia (Estado Español) son paradigmáticos.

Viasa nace en 1960 como empresa mixta entre el Estado y el capital privado. A pesar de convertirse, en poco más de una década, en una aerolínea de las más modernas y con más destinos de toda América del Sur, algunos expertos aseguran que tuvo que ser nacionalizada en 1976, por el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, para salvarla de la crisis económica en la que supuestamente estaba inmersa. Posteriormente, al calor de las directrices del Consenso de Washington, el Fondo Monetario Internacional «recomendó» a Venezuela -bajo presión de no otorgarle los créditos prometidos- que privatizase la empresa.

En 1991 fue adquirida por la todavía entonces compañía pública española Iberia, gracias a las excelentes relaciones entre Carlos Andrés Pérez y Felipe González. El antiguo nacionalizador y defensor de lo público se convertía ahora en uno de los alumnos más aventajados en materia de privatización. Según la óptica de los trabajadores, no se produjo una privatización en el sentido estricto, sino más bien una transferencia de propiedad. Era un buen ejemplo del modelo de «extranjerización» de las economías del Sur.

Iberia se apropió de un 45% de las acciones, logrando de esta manera control directo sobre las decisiones fundamentales de la empresa. Otro 15%, comprado por el Banco Provincial de Venezuela, acabó también en manos foráneas, ya que poco después el Banco Bilbao Vizcaya se hizo con su propiedad. Lo realmente paradójico es que una empresa pública como Iberia, que para aquel entonces ya estaba sumida en una grave crisis económica, se hacía con el control de otra empresa pública en las mismas condiciones.

Pero la paradoja no es tal si nos atenemos a la perspectiva de algunos economistas que afirman que, a principios de los noventa, la privatización de Iberia ya estaba decidida, y que la mejor manera de venderla era posicionarla mejor en el mercado internacional. Para ello, había que sanearla económicamente y ampliar sus rutas, arrebatándoselas a otras compañías. El objetivo estaba puesto en las empresas Ladeco (Chile), Viasa y Aerolíneas. La primera se salvó, pero las otras dos acabaron en manos de Iberia.

El caso de Aerolíneas es bastante similar al de Viasa, ya que una compañía pública de un país de la periferia pasó a manos de otra compañía pública del Norte, Iberia. Carlos Menem, presidente argentino que se jactaba de tener «relaciones carnales» con EEUU, fue el artífice de la «extranjerización» de la empresa en 1990.

La suerte de Aerolíneas y Viasa fue diferente, pero en términos generales, supuso la enajenación de bienes públicos. En el caso de Viasa, Iberia decretó su quiebra en 1997, apropiándose de todos sus activos y de sus rutas. Tras la privatización, Aerolíneas permaneció dos años bajo control del holding público español Sepi.

La primera gran conclusión que podemos extraer de estos dos casos es que, finalmente, las aerolíneas acabaron en manos del sector privado. En segundo lugar, se percibe el saqueo de los bienes públicos, ya que la venta se produce a precios por debajo del mercado, favoreciendo así la rentabilidad de los capitalistas y, además, antes de su venta, se sanea la empresa utilizando dinero público, como sucedió con Aerolíneas, donde se estima que se destinaron más de 750 millones de dólares para reflotarla.

En tercer lugar, siempre es la clase trabajadora la principal perjudicada, sobre todo por los despidos masivos y en algunos casos por el impago de indemnizaciones. El ejemplo de Viasa es quizás uno de los más extremos, ya que diez años después, más de 2.000 trabajadores siguen reclamando prestaciones. Tanto la directiva de Iberia como las autoridades gubernamentales del país, tramaron un plan para privatizar la compañía, despidiendo a sus trabajadores, y sorteando todo tipo de indemnización.

Periodistas venezolanos como Alberto Nolia, aseguran que sólo un trabajador de la compañía terminó cobrando todas sus prestaciones: el hijo del ministro de planificación de la época, ex izquierdista y actual opositor furibundo a la Revolución Bolivariana, Teodoro Petkoff.

En último lugar, en el caso de Venezuela podemos destacar dos elementos que caracterizan una nueva etapa: una actitud más enérgica por parte de los tribunales nacionales para intentar sancionar a miembros destacados de las elites empresariales del Norte; y una recuperación de la filosofía pública, con la reciente creación en 2004 de la aerolínea estatal Conviasa, un símbolo más de la apuesta del gobierno bolivariano por trascender el modelo fondomonetarista.

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