Números en la oscuridad: las cuentas no salen en kosovo
Las deficientes infraestructuras eléctricas y la nula capacidad de producción complican la existencia de los kosovares. La tabla de salvación del recién nacido Estado se halla en su rico subsuelo y la numerosa mano de obra inactiva hasta el momento.
Carles CASTRO, Oriol ANDRÉS
Es jueves, 14 de febrero, nueve de la noche. La céntrica calle Dardania de la capital de Kosovo, Pristina, se queda sin luz. Horas después, el viernes por la mañana, en la sede del gobierno, el primer ministro, Hashim Thaçi, dice que el país se encuentra en situación de crisis energética: la prensa internacional llega en oleada para cubrir la proclamación de independencia y precisan de electricidad. Durante casi una semana, la ausencia del habitual y ensordecedor ruido de los generadores deja la ciudad casi en silencio. Al miércoles siguiente, a las doce de la noche, cuando buena parte de los periodistas ya se han marchado, la electricidad vuelve a desaparecer en Dardania.
De la electricidad que se produce en Kosovo, un 20% se roba -pinchada de los postes eléctricos de las calles-, la perdida tecnológica supone un 10% y del 70% restante sólo se cobra entre un 20 y un 30%.
Así, según cuenta Flaka Surroi, directora de «Koha Ditore» -uno de los periódicos más influyentes del país- la capacidad de recaudar de la administración se reduce. La desesperación da paso a soluciones surrealistas. Durante unos meses la KEK (Kosovo Elektrik Kompany) ofrecía viajes y otros regalos para incentivar el pago de la factura, pero no funcionó.
Como en tantas otras cosas, Surroi culpa del problema a los serbios de Kosovo: «No pagan ni un céntimo por motivos políticos a lo que el resto de la población responde que si ellos no pagan nosotros tampoco». Además, la periodista asegura que las cuentas de la KEK no salen, y la acusa de estar vendiendo energía kosovar al resto de la región. «¿Cómo puede ser que durante el socialismo gastáramos 600Mw y ahora, que ya no hay fábricas que alimentar, la KEK nos diga que gastamos 1000Mw?», se pregunta.
Lastre para la economía
Los problemas energéticos y los diarios cortes de agua por la noche suponen incomodidades para la población pero también conllevan consecuencias para la economía del nuevo estado. «No habrá inversión mientras no se asegure el suministro eléctrico 24 horas», comenta Jeta Xharra, directora de un popular programa de periodismo de investigación que se emite en la televisión privada RTK.
Las elecciones del pasado noviembre fueron las primeras después de la guerra en las que el estatus pasó a un segundo plano y se empezó a hablar de cómo solucionar los apuros diarios de los ciudadanos y allanar el camino a la inversión extranjera para construir un estado viable económicamente.
«La resolución final sobre el estatus fija el marco legal en el que trabajar», afirma Naim Rashiti, analista del International Crisis Group, un observatorio de conflictos con influencia en la región.
Para él, la estabilidad que generará la independencia abre la puerta a empresas del exterior, lejos del limbo que hasta ahora alejaba el dinero fresco. El territorio tiene posibilidades, pero al sistema económico de Kosovo le falta desarrollarse.
El periodista Shkëlzen Maliqi da pistas sobre el asunto: «La agricultura está subdesarrollada, sólo existen pequeños propietarios, y además no tenemos fábricas». El resultado es que el 70% de los bienes que se consumen se importan. Aunque parezca una paradoja, esta escasez provoca que productos de primera necesidad como la harina y sus derivados tengan que venir de Serbia. «No producimos nada sólo inmigración», señala con ironía Flaka Surroi y acusa del desastre a la UNMIK -la administración interina de la ONU que dirigió Kosovo hasta el pasado domingo-.
Mala gestión de la UNMIK
«Todo empezó mal, con una administración civil que empleó a mucha gente, pero poco cualificada y con sueldos bajos», dice Surroi, quien añade que la nula inversión en el campo motivó la movilización de población rural hacia núcleos urbanos, lo que ha derivado en bolsas de miseria con un 20% de la población que vive bajo el umbral de la pobreza. Pristina, la capital, ha doblado su población llegando a los 500.000 habitantes.
Así, el sueldo medio kosovar es de 193 euros, pero un jubilado tan sólo recibe 40. De estos, nueve se van con el agua y cinco con la recogida de la basura. El teléfono se convierte en un lujo de como mínimo diez euros, y cinco más de móvil. La electricidad cuesta 20 euros y una barra de pan 0,45 céntimos. «¿Van a comprar pan o a pagar la electricidad?», se pregunta Surroi. Cabe añadir que en Kosovo no existe sistema de Seguridad Social.
Ahí no acaban los males endémicos de un sistema todavía débil y falto de madurez. Como señala Rashiti, la corrupción administrativa tanto a nivel local como internacional, y el alto crecimiento demográfico -con un modelo familiar extensivo- han supuesto un freno al desarrollo de la región. El mercado negro y las divisas que llegan de la diáspora han sido pues, durante estos años de protectorado, uno de los principales sustentos para muchas familias. La presencia de millares de empleados internacionales ha contribuido también al desarrollo de un incipiente sector terciario, principalmente, en la capital.
La tasa de paro llega al 60%
Cada año se estima que más de 20.000 jóvenes en edad de producir se suman a una lista del paro que alcanza al 60% de la población activa. El mercado laboral existente es incapaz de absorberlos y muchos de ellos alimentan la diáspora. Shkëlzen Maliqi cree que estos jóvenes -que suman más de la mitad de la población- serán el motor del Kosovo independiente cuando entren las anheladas inversiones extranjeras: «No tenemos capacidad de producción pero sí una gran cantidad de mano de obra que puede ser atractiva para las empresas».
Jeta Xharra añade que la misión de la UNMIK ha contribuido a formar nuevos profesionales, si bien se queja que en su mayoría fuera de traductores, conductores o administrativos, no de puestos calificados e indica que «el próximo paso debe ser la inversión en educación».
La principal esperanza económica del estado pasa por la explotación del rico subsuelo de la zona. Recientes estudios exponen que Kosovo esconde la tercera reserva más importante de carbón del continente además de importantes cantidades de oro y níquel, entre otros minerales. La extracción de dichos recursos naturales se vio frenada por el conflicto y el elevado coste de explotación así como por el recelo del capital extranjero ante la inestabilidad de la ex provincia.
Trepca se erige como el inicio de un próspero futuro. Este vetusto complejo minero fue en su tiempo una de las principales fuentes de energía de la antigua Yugoslavia. En el año 2000 la administración de la ONU decidió cerrarlo por problemas de contaminación y su actividad hoy es irrisoria. Algunas multinacionales europeas están picando ya desde antes de conocerse la fecha de la independencia a la puerta de Thaçi para hacerse con derechos de explotación.
Otra paradoja pues. El Kosovo que hoy subsiste a la luz de las velas en las gélidas noches de invierno puede convertirse mañana en un valioso exportador de energía. Sin embargo, mientras esto no suceda, los desempleados continuaran copando las esquinas y los cafés y el país seguirá en la lista de las economías más subdesarrolladas de Europa.