CRíTICA Sinfónico
Seducción amable bajo las esferas sinfónicas de Mike Oldfield
Pablo CABEZA
Con un aire a Michael Douglas, pasadas las 21,30 apareció en escena Mike Oldfield, de traje. Imagen muy diferente del concierto que ofreció, también en Bilbo, el 5 de junio de 1983 en el Pabellón de los Deportes de la Casilla, donde utilizó una guitarra eléctrica que tocó con el torso desnudo.
Previamente, al atrio del Guggenheim habían llegado unos 200 invitados (el concierto era privado), más las cuarenta voces blancas vestidas de riguroso negro de la Sociedad Coral de Bilbao, más la Orquesta Sinfónica de Euskadi, más una hermosa rubia escotada que se sentó a la izquierda de Oldfield y que no desveló su misión hasta la media hora de concierto, más el veterano Oldfield, que a sus 54 años muestra una excelente imagen.
Sobre las 21,40, la Orquesta Sinfónica de Euskadi comienza a utilizar la cuerda sobre la «Música de las esferas», el nuevo álbum del británico, donde Oldfield es compositor, pero apenas intérprete. Planteado el concierto con la lógica del disco, el creador de «Tubular Bells» no colabora en exceso, de hecho su participación se resume en interpretar a la guitarra acústica un picado de breves y distanciados fraseos, por lo que ocupa parte de su tiempo en ojear las columnas que lo rodean, la lejanía del techo, la partitura... También se revuelve sobre su eje para observar, de vez en cuando, los momentos más épicos de la orquesta y el coro de mujeres. Se quita y se pone sus gafas, mira al suelo y arremete pausadamente contra el mástil de su acústica, sonido que se reparte por unos diminutos bafles situados alrededor del cilindro donde nos encontramos.
Aunque imaginado, aún no hemos descubierto el papel de la rubia. Allí está, con su pelo rubio ondulando el aire y cayendo, con su tez blanca, con su imagen de actriz de los cuarenta. Sinfónica y coral se reparten el trabajo. Esto podría ser la banda sonora de un filme romántico, un amor imposible de lágrimas cálidas, un drama feliz.
A estas alturas de concierto, veinte minutos, las sillas habilitadas para seguir la función comienzan a mellar el costillar, los glúteos... Las cristaleras cuentan que las esferas están siendo acariciadas por una fina capa de sirimiri. Parece que la ciudad que presenta al mundo en directo el disco más sinfónico de Oldfield, también quiere mostrar su lado más clásico.
Un violinista digita notas próximas a la secuencia principal de «Tubular Bells». Si se equivoca, se carga el concierto y toda la armonía de los planetas, pero el joven de las gafas sale airoso del ejercicio y se vive uno de los momentos más brillantes de «La música de las esferas». Al poco, la rubia se levanta, saca pecho y su voz de soprano nos desvela todo su misterio trenzando su voz hilo sobre hilo, sin tocarse.
Por momentos la guitarra acústica de Oldfield suena hispana sureña, el metal sobre la épica del Morricone más vaquero y el todo cercano a algún pasaje de «El padrino».
Tras 50 minutos, el show concluye. La magia se apaga y con ella una sinfonía amable a la escucha, soldada a un único tono armónico interpretado por más de 100 músicos.
Lugar: Atrio del museo Guggenheim.
Fecha: Viernes 7 de marzo.
Participan: Mike Oldfield, Sociedad Coral de Bilbao y Orquesta Sinfónica de Euskadi, dirigida por Enrique Ugarte.
Asistencia: Doscientas personas. Todas con invitación.
Salida disco: 17 de marzo. Universal.