El resultado final del programa «Hijos de Babel» que ha ido emitiendo TVE en sus dos cadenas, según convenía la programadora, ha resultado ser ejemplar. Maticemos, ha sido un resultado de libro. Ideal, diría yo. Planteado el programa como una manera de dar una imagen en positivo de los millones de inmigrantes que venden su fuerza de trabajo en fábricas, obras o servicios de todo el Estado español, utilizando para ello la música o las capacidades cantarinas de aquellos que formando parte de esa Babel a la que alude el título, se atrevan a presentarse a esta especie de reality circunscrito precisamente a los que son extranjeros, por hablar pronto y claro.

Lo óptimo, el ideal, lo que todos quisieran ha sucedido: el ganador es un rumano que trabaja (trabajaba) de albañil, pero que tiene una voz portentosa y se ha hecho con el concurso cantando arias y demostrando sus capacidades de tenor. Es decir, una historia de libro, casi novelesca, un sueño de los guionistas convertido en un hecho tangible, televisivo, en algo que ha trascendido las páginas especializadas de televisión, para alcanzar un puesto en las de sociedad, en la reflexión de toda índole sobre este acontecimiento.

La vida de Costel Busuioc podría ser la historia ejemplar de una película. De familia humilde, debió trabajar desde muy pequeño, no pudo pagarse los cursos de canto, pero tiene unas facultades innatas y una afición por encima de cualquier coyuntura, y así, este denominado «Pavarotti de Rumanía» por su calidad y, a la vez, falta de técnica, ha logrado no solamente un éxito personal indudable, una vía de ascenso social, una perspectiva de futuro que va bastante más allá de la mezcla y el cemento, con unas posibilidades artísticas a cuidar, sino que se ha convertido en un símbolo, un héroe para toda la colonia rumana en la península, que son más de medio millón de personas censadas, y hasta un ejemplo en su país natal. Cosas de la tele. Del andamio a los escenarios y la gloria temporal en pocos meses, un camino trufado de emociones, sacrificios, trabajo y la imprescindible dosis de suerte, para que todo adquiera una nueva dimensión. Y los promotores del programa encantados. Les ha salido de libro.