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La cultura acuática del antiguo Egipto inunda el Aquarium

Un sarcófago de más de 2.600 años de antigüedad, momias de gato, halcón y pez o joyas de oro y lapislázuli figuran entre las piezas más relevantes de «Egipto, entre el río y el mar», una exposición que inaugura hoy el Aquarium de Donostia y que pretende dar testimonio de la omnipresencia del «elemento acuático» en la civilización que floreció a orillas del Nilo.

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Martin ANSO | DONOSTIA

«Según Herodoto, Egipto –o Nw, como lo denominaban sus pobladores– es un don del Nilo. Esta civilización tan fascinante se debe en gran medida al milagro del agua. El río, con sus crecidas anuales, fue el factor principal para el desarrollo de la vida en medio de una geografía desértica. Pero no sólo el Nilo, sino también los mares que circundan el país, el Rojo y el Mediterráneo, fueron decisivos, pues le permitieron conectarse con el mundo grecorromano e incluso mantener relaciones con India». Quien así se expresa es Mari Luz Mangado Alonso, doctora en Egiptología y comisaria de “Egipto, entre el río y el mar», que se inaugura hoy en el Aquarium de Donostia.

El objetivo de esta exposición es precisamente reflejar de una forma didáctica la influencia que el «elemento acuático» ejerció en esa civilización que floreció desde el «Gran  Verde» –que es como los egipcios denominaban al mar– y las fuentes del Nilo, desde el Imperio Antiguo (2695-2173 antes de Cristo) hasta el período bizantino-copto (330-640 después de Cristo). Una influencia que dejó su rastro en todos los ámbitos de la vida, desde la pesca y el comercio a las creencias religiosas y el mundo funerario.

Para ello, Mangado ha reunido en la sala de exposiciones del Aquarium 215 piezas procedentes de diversos museos y colecciones privadas. El centro del espacio está ocupado por la que, sin duda, es una de las más valiosas y espectaculares: un sarcófago en el que «la barca solar» ocupa un lugar principal entre los símbolos representados. «Los antiguos egipcios –indica al respecto la comisaria de la muestra– concebían la vida del más allá como una prolongación de la vida terrestre. El viaje hacia el más allá lo realizaban de noche, en la denominada barca solar. Debían atravesar las doce horas, en cada una de las cuales se topaban con una dificultad que las almas, con la ayuda de los genios benignos, debían superar para poder presentarse ante el tribunal de Osiris. Este viaje hacia el más allá está íntimamente relacionado con el viaje del dios del Sol, Ra, que pasa la noche en una barca y, por la mañana, resurge y triunfa sobre las tinieblas. La de la barca solar es una imagen muy popular en la iconografía egipcia y está presente en buena parte de los sarcófagos, como en éste». Un sarcófago cuyo origen exacto se desconoce, aunque, en función de la tipología, la doctora Mangado estima que procede «del sur del Alto Egipto, de la zona tebana», para más señas, y al que atribuye una antigüedad de aproximadamente 2.600 años.

Momias de animales, concretamente de dos gatos, un halcón y un pez, son también piezas de la exposición que, sin duda, llamarán la atención de los visitantes. «Consideraban que el espíritu de los dioses habitaba en los animales. En el de los gatos, el de Bastet; en el de los halcones, el de Orus y, en el de los peces oxirrinco, el de Osiris. Por eso los momificaban», señala la comisaria de la muestra.

Joyas de oro y lapislázuli

«Hubo épocas en las que esta práctica fue extremadamente habitual y los templos estaban llenos de momias de todo tipo de animales, incluso de cocodrilos», añade Mangado, quien hace notar que las momias presentan un estado de conservación excepcional: «En la del pez, todavía pueden apreciarse incluso las cuerdas de lino».

«Excepcional» es también el calificativo que emplea para referirse a las joyas incluidas en la exposición, entre ellas, un par de pendientes con forma de delfín. Pero sobre todo destaca un collar alejandrino, de oro y lapislázuli. «El azul lapislázuli, común a muchas piezas de la exposición, está íntimamente relacionado con el agua y es una constante en el arte a lo largo de toda la historia de Egipto», afirma la doctora Mangado.

 Una vitrina de bustos reales –entre ellos los de Akenaton y Tutankamon–, una espectacular máscara mortuoria dorada, vasos votivos, utensilios para la elaboración de productos cosméticos, tejidos coptos con motivos acuáticos y amuletos representando todo tipo de animales (peces, hipopótamos, ocas, ranas, cocodrilos... e incluso una sirena de inspiración helenística) forman parte también de “Egipto, entre el río y el mar”. «Tampoco hemos querido obviar la entrada de los grandes exploradores occidentales a tierras africanas, y esa época está representada a través de una selección de publicaciones, grabados y fotografías estereoscópicas de entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX», afirma Mangado.

La exposición, en la que han colaborado muy especialmente el Museo Víctor Balaguer de Barcelona y el Museo de Huesca, ha sido producida expresamente para el Aquarium de Donostia y forma parte del programa conmemorativo del centenario de la fundación de la Sociedad Oceanográfica de Gipuzkoa. Podrá ser visitada hasta el próximo 30 de noviembre.

Desde el Mediterráneo al Reino de Saba

La importancia que la navegación comercial alcanzó en el antiguo Egipto está representada en la exposición por objetos como una tinaja para el transporte de vino o cerveza procedente de Karnak –«probablemente única en la Península Ibérica», según destacó la comisaria de la muestra, Mari Luz Mangado– y, quizá sobre todo, una colección de monedas, la mayoría de oro. «El Nilo permitió la comunicación entre el Alto y el Bajo Egipto y propició el desarrollo de la navegación fluvial. Además, el interés por explorar nuevas tierras dio lugar a expediciones a través del Mediterráneo hacia Asia Menor, en especial, Biblos, y el Mar Rojo, en campañas comerciales con el Reino de Saba», añadió.

M.A.

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