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Maite SOROA

La desolación en la derechona

Pío Moa -uno que fue dirigente del GRAPO y ha terminado a la derecha de Gengis Khan- se muestra desolado tras el fracaso del PP. Y lo peor es que les echa la culpa a los jefes. Sin complejos.

Dice Moa en «Libertad Digital» que «el PP no tiene remedio. Su alegría por el fracaso es sincera: en el fondo la mayoría de sus líderes, llamémosles así, no querían lidiar el toro de la crisis política y económica sabiéndose, además, sin arrestos para volver atrás las iniciativas anticonstitucionales de Zapo». Ala, para empezar, una buena salva de perdigón lobero contra sus nuevos camaradas.

Y, además, Moa les acusa de engañar a sus gentes: «En cambio, dando a su electorado la impresión de ser otra cosa que lo que realmente son, conservan gran número de poltronas por toda la geografía española, incluso han ganado algunas nuevas, y eso les deja satisfechos. No fingen, están realmente contentos. El gran mérito de Rajoy no ha sido sólo mantener tal situación, sino también el partido unido: con eso, los cargos y empleos de todos quedan seguros, de momento, y la mayoría quiere seguir por esa vía, incluso rebajando el perfil. Todos de acuerdo, al parecer, en un partido a la búlgara que, para más inri cree que la economía lo es todo (y el inglés, por supuesto)». Ya ven que los ánimos andan levantiscos en la fachenda.

Y partiendo de esas concepciones es normal que Moa llegue a conclusiones extraordinarias: «Vivimos una situación no democrática, en la que una masa de la población cree estar representada y no lo está. Pero, por desgracia, ni dentro del PP surge una alternativa a Rajoy ni fuera de él aparecen más que grupos un tanto fundamentalistas, cuya aversión a la democracia resalta en cuanto se los rasca un poco». ¡Ay ama! ¿Por qué no se rasca él? Es evidente que tiene picores muy intensos...

Pero, claro, desde Santiago Matamoros -como mínimo- siempre ha habido en España un salvador. Y, por supuesto, Pío ha encontrado a su salvador contemporáneo: «Decía que, al margen de los partidos, sería preciso un movimiento de regeneración democrática, el propuesto en su día por Mayor Oreja. Seguro que todavía estamos a tiempo». Puf, ¡que mal lo llevan algunos!

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