La asamblea celebrada en Bilbo por el BBVA sirvió a los responsables de la multinacional bancaria para remarcar el carácter de banco grande y solvente. El mensaje guarda una relación directa con una coyuntura económica desfavorable, en la que la crisis de las hipotecas basura en EEUU ha arrastrado a bancos europeos que hasta conocerse su situación eran considerados, por descontado, entidades solventes.

Por su parte, los 27 reunidos en cumbre en Bruselas vinieron a reclamar datos reales sobre las pérdidas acarreadas por el derrumbe de las subprime. El hecho mismo de que se produzca ese llamamiento pone de manifiesto, en primer lugar, que la opacidad sigue siendo la caraterística principal del sistema financiero. En todo caso tan importante como confesar las pérdidas debería ser el que se aportara información precisa sobre los mecanismos que se prevén utilizar para compensarlas, dada la tendencia a corregir en base a fondos públicos -o sea sobre la espalda de todos los contribuyentes- los «desarreglos» financieros privados. Aun sin quererlo, el llamamiento invita a una reflexión añadida sobre un modelo económico-financiero en el que las maniobras especulativas se generalizan y trasladan sus perniciosos efectos a la vida diaria de los ciudadanos. Sin ir más lejos, cuando van a hacer la compra.