Una multitud de cristianos iraquíes desconsolados rindió ayer el último homenaje al arzobispo caldeo de Mosul, Faraj Rahou, en su entierro en Kremlis, al norte de Irak. Rahou fue hallado muerto el jueves tras permanecer dos semanas secuestrado,

La pequeña iglesia Mar Aada se encontraba abarrotada y una muchedumbre de fieles, inclinados sobre biblias abiertas, invadía la plaza y calles adyacentes. Hombres, mujeres y niños, la mayoría vestidos de luto, lloraban sin poder contenerse.

«Los cristianos deben acordarse de seguir el camino de nuestros antepasados, hecho de honestidad, paz y amor al prójimo», señaló el cardenal Emma- nuel III Delly, el más alto dignatario cristiano iraquí, quien, con lágrimas en los ojos y la voz rota por la emoción, ofició el funeral con el que se despidió al prelado fallecido y en el que estuvieron representadas todas las comunidades cristianas. Delly pidió «paciencia y prudencia» a los cristianos. La muerte del arzobispo aparece como una nueva amenaza para los cristianos en Irak, a los que la insurgencia islamista acusa de sostener a los invasores.