Raimundo Fitero
Sobre sexo
Escribo, como siempre, con las dos manos, y leo, como casi siempre, con las dos manos. ¿Cómo se puede ver la televisión, con una, dos o ninguna? Es rara la ubicación terrestre, parabólica o digital que no suministre a lo largo de la noche alguna o varias señales de sexo explícito, contenido, o directamente porno. El visitar estas opciones programáticas es facultad de cada individuo que con su mando a distancia hace lo que le da la gana.
Lo que parece que ahora no se lleva es hablar de y sobre sexo en televisión. Hay un programa en La Sexta, que sí, que se acerca de una manera libre a estos asuntos, lo hace con unas buenas dosis de humor, pero lo colocan a esas horas en donde si te hacen falta manos, mejor ir directamente a las pornos, o también es posible que se pueda utilizar como un buen preámbulo para mayores sugerencias. «Todos ahhh 100» se llama y hay entregas en los que uno se lo puede pasar muy bien porque buscan desde lo más paradójico a lo más didáctico y respira, eso es lo más importante, respeto a todas las opciones sexuales y entiende el sexo como algo placentero y recomendable para el equilibrio de los seres humanos sexuados.
Pero el sexo y la política forman uno de esos binomios absolutamente demoledores. Lo del gobernador de Nueva York, y lo del ex edil de Palma de Mallorca son dos muestras que han salido ahora, pero que vienen a representar la doble moral en la que se mueven los detentadores de poder. El neoyorkino se convirtió en el azote de la prostitución, en el demócrata moralista, con un discurso duro, pero a la vez se gastaba miles de dólares en «putas de lujo», eufemismo que no acaba de entender. El señorito del PP mallorquín hizo lo mismo, se negaba a casar a parejas gays, era ultra religioso católico, un «kiko» para más señas, pero por las noches tomaba la tarjeta oro de su cargo y se iba de chaperos y de prostitución masculina a cuenta de los contribuyentes. Son dos casos paradigmáticos, pero que forman parte del modus operandi habitual de este tipo de sujetos. Para acabar con lo arquetípico, estos dos cínicos mentirosos, además, dicen que están arrepentidos y piden perdón.