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Es más factible cambiar las estrategias de los partidos que amoldar la realidad de un pueblo

El día después de la victoria del PSOE mostró a los ganadores de la contienda en Hego Euskal Herria sumidos en una marea de sentimientos encontrados. Por un lado, la victoria sobre el contrincante había sido mucho mayor y más generalizada de lo esperado. El PNV había recibido un fuerte varapalo y un vaciado de votos que, según los primeros cálculos, habían ido a parar precisamente a manos del PSE. Un análisis profundo demostraría más tarde que no era del todo así y que, excepto en zonas concretas, los votos del PSOE provenían de la abstención y de Ezker Batua.

En todo caso, la debilidad negociadora del PNV -para esas alturas estructural- se veía ahondada por datos objetivos. Todo ello hacía que el precio por hacer aparecer al contrincante como aliado en un futuro próximo fuese menor del esperado.

Por su parte, en Nafarroa, el PSN había aguantado el tirón y no sólo no sufría castigo alguno por la falta de autonomía demostrada en las negociaciones para formar gobierno, sino que además había conseguido uno de sus mejores resultados.

Sin embargo, por otro lado, ese idílico escenario no podía ocultar un elemento preocupante: la victoria sobre un contrincante directo tenían un regusto amargo porque el enemigo había resistido el embate. Declarado una y mil veces derrotado, había recibido un fuerte apoyo popular en la más crítica de las situaciones.

La abstención activa fue tan significativa que no pudo ser ocultada al realizar el análisis de los resultados. El cómputo general de la abstención tampoco daba margen para proclamar, por enésima vez, el definitivo nacimiento de la «rebelión cívica contra ETA». Demasiada gente se había abstenido, todos voluntariamente y la mayoría conscientemente, contra un estado de cosas que se ha demostrado que genera entre las vascos y los vascos una profunda preocupación. El lunes post electoral nadie, ni el más partisano de los comentaristas ni el más ortodoxo de los militantes del PSOE en los territorios vascos, pudo ocultar esa realidad.

Martes empieza con «m» de mentira

Sin embargo, tan sólo un día más tarde, el martes, la sensación de amargura había desaparecido de los discursos oficiales y de los medios afines al PSOE. Empezaba el viraje hacia el discurso previo a las elecciones, como si la realidad vasca se pudiese reducir al cómputo de los escaños.

Ese discurso tiene varias premisas básicas. La primera se puede resumir así: «El nacionalismo vasco ha sido derrotado en sus dos vertientes, la institucional y la revolucionaria». Únicamente hay un problema, y es que ninguno de los dos, según el PSOE, son conscientes de ello. La segunda premisa reza: «La España de Zapatero será generosa con quienes, de entre los defensores de la nación vasca, de un lado y de otro, acepten esa derrota ahora y se avengan al orden constitucional español». De esa premisa se deriva que no habrá piedad con aquellos que no agachen la cerviz.

En definitiva, cada vez más palo y menos zanahoria.

En este contexto, el PNV ha prometido una reflexión estratégica. No parece, según las declaraciones de sus líderes, que esa reflexión vaya a tener el mencionado carácter estratégico. Entre otras cosas, porque después de tantos años con miedo a perder la hegemonía dentro del nacionalismo, todavía parecen no comprender que lo que desde un principio ha estado en juego no era simplemente independencia o autonomía, sino la existencia misma de la nación vasca y el respeto a la voluntad soberana de sus ciudadanos y ciudadanas, sea ésta la que sea.

La otra orilla de la negación

Otro de los pilares de esa negación sistemática de la realidad vasca se ha situado históricamente al otro lado de esa ficticia frontera que separa nuestro pueblo en dos partes. El discurso de «el conflicto vasco no sólo es vasco sino que además es sólo español» promulgado una y otra vez por mandatarios franceses ha quedado resquebrajado por los resultados de las elecciones cantonales y municipales en Zuberoa, Nafarroa Beherea y Lapurdi, cuya segunda vuelta se desarrolla hoy. La confirmación de los abertzales como tercera fuerza -y en algunos casos como alternativa- debería hacer reflexionar a aquellos que, de puro forzar su modelo de estado para que nada en su estructura coincidiese con las comunidades nacionales no francesas, han construido monstruos administrativos alejados de las necesidades y los sentimientos de los habitantes de esos territorios. La necesidad de estructurar un espacio propio en los territorios del norte de Euskal Herria es una demanda que va más allá de las fuerzas abertzales. Es a la vez una cuestión de democracia y de viabilidad.

Para concluir, si las elecciones a ambos lados del Bidasoa han dejado algo claro es que la realidad vasca no se puede amoldar, ni a palos, a las necesidades del momento de los diferentes agentes. Asimismo, si el pasado año demostró algo es que negar la realidad no conduce más que a recibir nuevos palos por todas partes. Ante esa perspectiva, los políticos deberían reconducir sus estrategias y buscar sinceramente un acuerdo democrático que todos los ciudadanos vascos puedan votar libremente. Justo lo contrario que las pasadas elecciones y la lectura de la mayoría de los partidos.

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