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Angeles Maestro Miembro de Corriente Roja

El bipartidismo al servicio del control social

La confrontación de clase, ante la dura crisis que se avecina, ante el conflicto vasco y el del resto de las nacionalidades históricas, aparece sin ningún tipo de colchón institucional o burocrático

Todo proceso electoral es una instantánea privilegiada de una sociedad en la que se reflejan procesos de fondo que deben ser analizados con detenimiento. Lejos de pretender realizar un análisis global, sólo quiero centrarme en algunos aspectos que me parecen relevantes.

Efectivamente, el dato más significativo es la agudización hasta extremos desconocidos en los últimos 30 años del bipartidismo. Han sido borradas del mapa fuerzas políticas como Eusko Alkartasuna, Chunta Aragonesista y Partido Andalucista. Sólo partidos nacionalistas como CiU, que asciende, BNG que se mantiene y PNV, que pierde un diputado, que tienen una fuerte implantación en sus territorios, han conseguido, más o menos mantenerse. ERC pierde bastantes más de la mitad de los votos y de su representación parlamentaria.

Otros casos, como el definitivo hundimiento de IU, son la crónica de una muerte anunciada. Pese a que había precedentes históricos, como el hundimiento del PCE en 1982 con el «juntos podemos», y que la renuncia a mantener la independencia política con el PSOE -desde el pacto Frutos-Almunia del año 2000- había venido marcando descalabros electorales importantísimos, la dirección federal de IU ha seguido insistiendo en una estrategia suicida de subordinación al Gobierno y las cúpulas de CCOO y UGT que la invalidaban como referente mínimo de la izquierda real. La materialización de su hundimiento era más que previsible.

Lo que ha llamado más la atención en este proceso electoral ha sido la puesta en escena, de forma implacable, arrolladora hasta el escándalo, de toda la maquinaria mediática al servicio -exclusivamente- de las dos fuerzas políticas, PP y PSOE, que representan de forma más directa los intereses de las clases dominantes.

En una sociedad en la que la clase obrera está dispersa y desorganizada, en la que los partidos de izquierda han quedado reducidos a aparatos electorales cuya única relación con los pueblos son sus apariciones puntuales en los medios de comunicación del poder, su vulnerabilidad es máxima cuando estos se aplican con disciplina cuasi militar a mostrar que no hay más que dos alternativas, ambas controladas por la burguesía.

El aparato mediático, judicial y policial ha actuado como un rodillo implacable para garantizar el máximo nivel de control social posible. El perverso mecanismo gestado en la transición, aceptado por toda la izquierda institucional, que garantizaba el bipartidismo solamente acompañado por la derecha nacionalista, se ha puesto en marcha de forma arrolladora.

Todo ello, precedido por una escalada sin precedentes en la persecución de la izquierda abertzale y de los movimientos sociales y sindicales en el conjunto del Estado, revela una férrea estrategia de control social indispensable para hacer frente a la previsible escalada de la movilización social ante la crisis económica que se avecina.

Seguramente sólo ellos saben las dimensiones de la crisis económica que se está gestando y el riesgo de que la respuesta social desborde los podridos controles de las burocracias sindicales subvencionadas. Las últimas y duras huelgas al margen de los grandes sindicatos, las movilizaciones antifascistas, por la vivienda, de los estudiantes contra la privatización de la enseñanza -no controladas por las organizaciones cooptadas-, de agricultores, de las mujeres que el 8 de marzo rompieron todas las prohibiciones... además de la evidencia de que la izquierda abertzale mantiene y refuerza su implantación y su organización a pesar de la brutal represión, son alarmas rojas para un sistema que no tiene alternativas para la inmensa mayoría de los trabajadores y trabajadoras y de los pueblos del Estado español.

Esa es la lectura de fondo del férreo control que se ha desplegado en las elecciones del 9 de marzo, arrostrando el riesgo de que el tongo de la «democracia» quedara en evidencia. Han barrido cualquier residuo de apariencia de pluralidad. Necesitan que todo esté atado y bien atado.

La confrontación de clase, ante la dura crisis que se avecina, ante el conflicto vasco y el del resto de las nacionalidades históricas, aparece sin ningún tipo de colchón institucional o burocrático.

Ese es el caldo de cultivo desde el que debe surgir una nueva izquierda anticapitalista y antiimperialista en el estado, que construya sus formas de relación y de coordinación con la izquierda independentista, que siente las bases de un nuevo movimiento obrero con los jóvenes precarios, las mujeres y los inmigrantes, y que enfrente desde las raíces, de la única forma posible, su propia construcción como fuerza alternativa a la barbarie y a la represión.

Reescribiendo por el camino, la necesidad de construir el socialismo.

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