La muerte de cuatro soldados en un ataque, el domingo, eleva a 4.000 el número de invasores norteamericanos muertos en estos cinco años de ocupación de Irak. Se trata de una cifra que no puede ni de lejos compararse con los centenares de miles de iraquíes muertos a raíz de un conflicto que ha provocado el éxodo de cuatro millones de desplazados. Sin embargo, es una cifra que adquiere una connotación especial, porque se produce en un momento en que las encuestas de opinión revelan que esa presencia militar continuada en el país árabe es vista con creciente rechazo en EEUU. Por descontado, no se trata de afirmar que la mayoría de los estadounidenses no comparten la política belicista que practica su país, sino más bien de constatar el malestar interno con respecto a un operativo que cuesta demasiado y del que no terminan de verse los resultados. De ahí que las palabras de George Bush diciendo que tiene en su pensamiento a todos y cada uno de esos marines muertos en la guerra impuesta a Irak no tenga especial valor, cuando lo que se espera de él es que retire las tropas que han protagonizado episodios tan deleznables como las torturas en Abu Graib.