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Partido Socialista Unido de Venezuela: herramienta de masas en gestación

El pasado 14 de marzo, Hugo Chávez tomó juramento a la primera dirección nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que había sido elegida en un proceso electoral donde participaron más de 90.000 delegados.

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Luismi UHARTE | CARACAS

Las sorpresas, por la ausencia entre los quince miembros de la dirección de históricas figuras de peso del chavismo y la entrada de un porcentaje notable de líderes emergentes que pueden caracterizarse con un perfil más izquierdista, sitúan a esta nueva herramienta política de masas en una coyuntura realmente interesante.

Fue en las últimas semanas antes de las elecciones presidenciales de 2006, cuando Hugo Chávez realizó la propuesta formal de crear un partido que unificase a todas las expresiones políticas de la Revolución, con el objetivo de superar el fraccionamiento y el divisionismo inherente a una sopa de letras que conformaba el universo chavista. Parecía coherente configurar un partido político que imprimiese orden, eficiencia y disciplina a la recurrente dinámica desordenada del accionar político del movimiento bolivariano, mucho más después de haber tomado la decisión de iniciar la transición hacia un nuevo sistema socialista.

La euforia desatada tras la victoria aplastante en los comicios presidenciales de diciembre de 2006, llevó a los propulsores del PSUV a adoptar una actitud que conjugaba paternalismo con cierto grado de autoritarismo, en el inicio del proceso de la creación del partido. Algunas organizaciones históricas como el Partido Comunista de Venezuela (PCV), y otras de peso respetable en el interior del bolivarianismo, como el Partido Patria Para Todos (PPT), fueron durante un tiempo duramente criticadas por no disolverse e integrarse en el PSUV. La sensación de fagocitación que irradiaba el surgimiento del partido, unida a cierta dosis de descalificación hacia estas agrupaciones, fortaleció la negativa de éstas a dar el paso hacia la integración.

La inscripción, para finales de junio de 2007, de casi 6 millones de aspirantes a militantes, se convirtió en un acontecimiento trascendental, ya que se afirmaba que estaba naciendo el partido más grande de toda la historia del país, y uno de los más potentes del movimiento revolucionario latinoamericano. Las cuentas que se sacaron en el momento, producto de un clima de extrema suficiencia, resultaron posteriormente erróneas. Los casi 5.700.000 aspirantes, representaban alrededor del 78% de los más de 7.300.000 ciudadanos que habían votado por Chávez en las presidenciales de 2006, y superaban con creces a los 4.300.000 sufragios logrados por la oposición. Se preveía, por tanto, que estaba emergiendo un partido con un apoyo masivo y potencialmente imbatible en la arena electoral.

La participación de alrededor de millón y medio de personas en las miles de asambleas que se celebraron en todo el país, donde surgieron los denominados batallones socialistas -unidad básica del partido a nivel territorial- y donde se eligieron a los voceros de éstos, se consideró también como un éxito en el proceso de conformación del PSUV.

Primer golpe

Sin embargo, el primer golpe contundente que sufrió el partido, antes incluso de su fundación formal, fue el revés electoral en el referéndum sobre la reforma constitucional de diciembre de 2007. Encargado por primera vez de la conducción de la campaña, tras la disolución del Movimiento Quinta República (MVR) y de otros partidos menores, demostró que la supuesta fortaleza no era tal, y que la nueva herramienta en gestación presentaba debilidades notables.

Por un lado, se comprobó que la maquinaria propagandística y electoral de los antiguos partidos bolivarianos había sido mucho más efectiva que la actual del PSUV, como lo evidenciaban los resultados electorales. Por otro lado, y sin duda los más importante, quedaba en entredicho la «fortaleza cuantitativa» en términos de aspirantes a militantes, ya que de las casi 5.700.000 personas que unos meses antes habían manifestado su deseo de afiliarse, se habían evaporado, en el mejor de los casos, alrededor de 1.400.000, puesto que el apoyo a la reforma cosechó poco más de 4.300.000 sufragios. ¿Cómo es posible que más de un millón de potenciales militantes no cum- pliesen con el deber mínimo de apoyar a su partido en una consulta de trascendencia estratégica? Sin duda, entre otras muchas razones, porque un porcentaje nada desdeñable de aspirantes no se inscribían en el PSUV por conciencia político-ideológica sino por otras motivaciones más pragmáticas pero inconfesables.

Tras la derrota electoral en el referéndum, la nueva estrategia diseñada por el presidente Chávez fue bautizada como la de las «3 R»: Revisión, Rectificación y Reimpulso. Esta nueva orientación también se comenzó a plasmar en el proceso de construcción del PSUV. En primer lugar, hay que reseñar que ciertas actitudes prepotentes que determinaron la relación de algunos dirigentes del PSUV con el resto de partidos revolucionarios prácticamente han desaparecido. La apuesta por reconstituir el Bloque Patriótico, que agrupe a todas las organizaciones políticas bolivarianas con miras a enfrentar las elecciones regionales y municipales de noviembre de 2008, es el dato más significativo en este sentido. De la obsesión por fagocitar al Partido Comunista y al PPT, se ha pasado a una dinámica de mayor respeto hacia estas agrupaciones, y a asumir la importancia de tejer redes comunes con todos aquellos que defienden los logros de la Revolución Bolivariana.

En segundo lugar, la reciente elección de los quince miembros de la dirección nacional se ha convertido en el acontecimiento de mayor calado desde la pérdida del referéndum, por las expectativas de «rectificación» y de «reimpulso» que pueden suponer para el proceso de cambio en Venezuela. A pesar de las críticas que suscitó la selección de un número limitado de 69 personas como candidatos a integrar la dirección nacional, coartando la vía más democrática que hubiese sido la postulación desde abajo de todos los candidatos y no la selección previa desde Presidencia, los resultados del proceso de elección anuncian un escenario realmente prometedor para los sectores revolucionarios más consecuentes.

Si algunos analistas auguraban un fortalecimiento de los sectores más conservadores del chavismo, y una derechización progresiva de la Revolución Bolivariana, tras la sorprendente «Ley de Amnistía» para los golpistas, y la liberación de precios en algunos rubros, por sólo mencionar los giros más significativos, la configuración de la primera directiva del PSUV estaría enviando señales en la dirección opuesta. Figuras de notable peso, que desde hace largo tiempo han sido identificadas como la «derecha endógena» del chavismo han quedado fuera de la dirección oficial, mientras que, paralelamente, personalidades de trayectoria más vinculada a la izquierda revolucionaria han pasado a formar parte de la novel dirección.

Resulta significativo, además, el poder de sugestión de los grandes medios de comunicación, en este caso de los de órbita revolucionaria, ya que tres de los quince miembros de la dirección desarrollan actualmente un trabajo comunicativo muy destacado en la televisión pública venezolana (Aristóbulo Isturiz, Mario Silva y Vanesa Davies).

A su vez, hay que destacar que la participación de casi 100.000 delegados en el proceso de elección de la dirección nacional y su elevado grado de autonomía a la hora de elegir los candidatos que creían más convenientes es una muestra del ejercicio de la democracia participativa, y un reflejo de que en absoluto todo está controlado por ciertos sectores que hasta ahora se percibían como todopoderosos.

Prospectiva

A corto plazo, el reto más importante que debe enfrentar el PSUV va a ser la elección de los candidatos para las elecciones regionales y municipales. Se confía en que en esta ocasión, no se va a repetir el mecanismo de «democracia digital», es decir, la selección a dedo de los candidatos, sino que van a ser elegidos por las bases en asamblea. Varios miembros de la nueva dirección nacional y el propio Chávez han abogado por eso. Y la cuestión no es sólo de orden democrático, sino de orden «pragmático», ya que si se vuelven a postular algunos alcaldes y gobernadores notablemente repudiados, como lo indican encuestas no públicas, el bolivarianismo va a perder alcaldías y gobernaciones clave.

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