Josu Esparza Miembro del Movimiento pro Amnistía en Nafarroa
Unión de Policía Navarra
En la Policía Foral han creado una élite, grupos especiales de acción que han ido dejando un reguero de violencia por donde han pasado Este país conoce de primera mano cuáles no deben ser la actitudes y los perfiles policiales de sus futuros veladores del orden y la seguridad
Durante el año pasado pudimos comprobar cómo uno de los cuerpos policiales mejor vistos por la población de Nafarroa, la Policía Municipal de Iruñea, dejaba de ostentar ese galardón para situarse al nivel de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Hasta desde la propia Policía Municipal se tuvo que reconocer que la Policía Municipal estaba mal vista, tras no conseguir cubrir las plazas que se sacaron a concurso. Incluso la mayoría del Ayuntamiento de Iruñea pidió la dimisión de su jefe, Simón Santamaría, ante la brutalidad y prepotencia contra la que actuaban algunos de los agentes municipales contra todo aquello que se saliese de la órbita de UPN. Y es que este cuerpo policial ha alcanzado unos niveles de militarización y confrontación social muy elevados desde que UPN gobierna en Iruñea.
Pero no es el único cuerpo policial bajo el mandato de UPN que ha alcanzado estos niveles de militarización y confrontación social. Durante estos últimos años la Policía Foral ha dado pasos clave en esta dirección. No toda la Policía Foral, pero si una parte importante, la «brigada antidisturbios». De ser un cuerpo policial dedicado a labores de tráfico y de seguridad de instalaciones y edificios públicos, ha pasado a tomar competencias en cuestiones tan delicadas como el eufemísticamente llamado «orden público». Han creado una élite, grupos especiales de acción que han ido dejando un reguero de violencia por donde han pasado.
Comenzaron en 2002 golpeando a las personas que reivindicaban la oficialidad de las selecciones vascas en Olatz. Actuaron en 2003 contra las personas que defendían los pueblos de Itoitz y Artozki, poniendo en grave peligro las vidas de algunas personas. En 2004 participaron activamente en el desalojo del Euskal Jai. A nadie se nos olvidarán las efusivas muestras de amistad entre policías españoles y forales. Ese mismo año habían golpeado a los bomberos que exigían mejoras en sus condiciones laborales. Su obsesión por atacar al movimiento okupa les llevaría a desalojar gaztetxes en Txantrea (mayo del 2005 y noviembre del mismo año) y Burlata, su acoso a las reivindicaciones laborales les llevaría a agredir a los taxistas y a trabajadores de Volkswagen, recientemente condenados. Y son también conocidas sus violentas incursiones en diferentes pueblos (Gares, Zangotza, Tafalla), además de las actuaciones ya denunciadas por Askatasuna en enero del 2007 en Alde Zaharra y en 2008 en Arbizu, provocando numerosos heridos y deteniendo a varias personas. Acostumbran además a celebrar de forma curiosa sus festividades o las inauguraciones de sus nuevas instalaciones: en Lizarra agredieron y detuvieron a un joven el día en que celebraban el día de la Policía Foral, y en Elizondo, en 2007, se estrenaron cargando contra las personas que protestaban por la inauguración de la comisaría de Policía Foral.
Con todos estos antecedentes y teniendo en cuenta quiénes son los responsables políticos de esta policía, no nos sorprende el salto cualitativo que a nuestro entender han protagonizado deteniendo a Hodei Ijurko y enviándolo a la Audiencia Nacional. ¿Qué será lo siguiente? ¿Incomunicación y torturas?
Lo que nos han querido presentar como una policía que refuerza el autogobierno no es más que un refuerzo para la estrategia represiva al servicio de UPN, al servicio de España y de la derecha, igual que en Iruñea.
La Policía Foral es hoy la Policía de UPN. Por eso nos sorprende la actitud de algunos sindicatos, en especial de ELA, que pese a manifestarse contrario a todo lo que representa UPN y la estrategia represiva de Madrid, pese a mostrarse partidario de la dimisión de Simón Santamaría, no dice nada ante las actuaciones violentas y colaboracionistas de una policía que cada vez se aleja más de la ciudadanía a la que dice defender.
Todavía hay que recorrer mucho camino en el debate sobre el modelo policial que necesita Euskal Herria y cada uno de sus territorios, pero este país cada día que pasa conoce de primera mano cuáles no deben ser la actitudes y los perfiles policiales de sus futuros veladores del orden y la seguridad, si es que los necesita. Por ahora, lo que sabemos es que no queremos una policía al servicio de UPN, sino al servicio de todos y todas las navarras.