Rolling Stones y Joe Strummer: supervivientes frente a un mito
Por extraña coincidencia, se estrenan a la vez la película-concierto de Martin Scorsese con los Rolling Stones y el documental de Julien Temple sobre Joe Strummer. Parece como si algún duendecillo hubiera querido enfrentar la decadencia del rock con su dimensión mítica, al emparejar en la cartelera a unos veteranos del negocio musical con quien vivió y murió luchando por dotarlo de contenido ideológico para que no fuera un mero producto de consumo.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
La idea del mito en el rock alimenta mucho más el imaginario musical que la del superviviente. A las pruebas me remito, porque Johnny Cash en sus últimos años, excepto para los muy melómanos, despertaba poco interés en el gran público. Pero le tocó morirse y las cosas cambiaron sustancialmente, sobre todo a raíz del biopic «En la cuerda floja», que le hizo resucitar a través de la interpretación de Joaquin Phoenix, convirtiendo sus canciones en unos himnos al alcance de una mayoría que hasta entonces desconocía como sonaban, salvo tal vez en la versión de algún anuncio de televisión. A este fenómeno también se tienen que enfrentar los vivos, y ahí están los Rolling Stones, metidos en una lucha imposible con su propio pasado, que se los come materialmente cada vez que intentan recuperar sobre un escenario la energía que los impulsó en sus comienzos juveniles. El cine inglés ponía hace poco el dedo en la llaga, con la realización de Stephen Woolley «Stoned», donde la dimensión mítica de la figura del ausente Brian Jones se agigantaba, como una sombra alargada que sembraba la duda sobre la continuidad de la banda, tras firmar ese famoso pacto con el diablo del que la prensa generalista habla, sin saber el verdadero contenido de sus términos. El hecho de seguir en el negocio no significa que se sea eternamente joven o sino que me diga alguien algún solo tema de Jagger-Richards que iguale a sus composiciones de los 60. La cuestión es que, casi cuarenta años después de su desaparición, Brian Jones sí sigue siendo el mismo de entonces, cosa que no ocurre con ese señor mayor que se sube a un cocotero, pero luego ya no sabe bajar de él.
Por mucho que los Rolling vendan promocionalmente el elixir de la vida, como viejos charlatanes de feria que son, lo cierto es que no pueden competir, de igual a igual, con los mitos del rock liberados del desgaste temporal que supone el envejecimiento. «Shine a Light» es como las clínicas de estética, a las que la gente acude a hacerse un lifting, para comprobar que nunca hay arreglo definitivo y las arrugas siguen su curso prestablecido, tozudas ellas. No entiendo qué esperaban los espectadores de esta película-concierto, de la que salen decepcionados. El cine tampoco hace milagros y es que no hay maquillaje visual al alcance de Scorsese que pueda disimular los achaques de los tres miembros originales del grupo que quedan en pie, bueno en realidad dos, porque uno siempre ha estado sentado a la batería. Es lo que hay, ni más ni menos. Bill Wyman fue más listo y se bajó del carro, gracias a lo que vive muy feliz tocando con otros amigos lo que le viene en gana, sin tener que estar pendiente de las campañas de marketing y el acoso de los fans, psicópatas incluidos. Y cuidado con no salirse del repertorio, noche tras noche. Richards y Jagger son unos pesados sin remedio, unos yonkies de la fama y del dinero que no han sabido retirarse a tiempo, por lo que ahora están condenados a morir con las botas puestas, aunque para ello tengan que arrastrarse en un espectáculo de patetismo geriátrico.
Esta claro que este particular pulso de estrenos musicales lo gana «Joe Strummer: The Future is Unwritten» (me niego a utilizar el casposo título puesto en castellano por la distribuidora). La dimensión mítica de Strummer tiene una base real, gracias a que durante toda su carrera artística el líder de los Clash trabajó por dotar de contenido ideológico al rock, negándose a repetir una fórmula ya agotada. Si bien es verdad que se inspiró vitalmente en la genuina actitud rockera de Eddie Cochran, fallecido en una carretera inglesa a los 21 años de edad, estuvo abierto a una constante evolución. Temas míticos de la cultura de los 50 como «I Fought the Law» fueron simplemente un punto de partida, y el mero hecho de vivir más tiempo que su héroe iniciático permitió a Strummer ir probando con otras influencias, hasta lograr un rico mestizaje en el que estuvieron muy presentes el jazz o los sonidos jamaicanos, en especial el dub. El fenómeno punk había prolongado la irrupción del rock`n'roll en dos décadas, pero era lógico que pretendiera aportar algo más que espontánea rebeldía generacional. Y ahí Strummer fue a jugar un papel decisivo, al armar ese tipo de contestación al sistema establecido de consistencia política, mediante un compromiso de izquierdas con los movimientos de liberación internacionalistas.
De esta manera, su legado consiste mucho más que en un puñado de canciones combativas, ya que brindó al mundo el ejemplo de un activismo consecuente. Aunque se le criticó mucho cuando firmó con su grupo un contrato que le unía a una multinacional discográfica, lo cierto es que siempre controló el precio de sus conciertos y discos, llegando a costear de su propio bolsillo la diferencia. Tanto en el caso del doble álbum «London Calling» como en el del triple «Sandinista!», se mantuvo la cantidad estipulada para una edición normal. Strummer, y eso le honra, nunca cayó en el divismo, manteniendo el contacto directo con la gente que siempre le apoyó, durante y después de su etapa al frente de los Clash.
Siempre pensé que el cineasta ideal para biografiar a Strummer sería Alex Cox, con quien trabajó en varias películas de ficción, si bien como segundo colocado no se puede poner ningún pero a Julien Temple, perfecto conocedor de la historia del punk-rock desde que rodara con Sex Pistols «La gran estafa del rock and roll», para volver recientemente sobre ellos en el demoledor documental «The Filth and the Fury». Por cierto, el inglés ya hizo una película-concierto de los Rolling Stones, sin tanto ruido, a principios de los 90, bajo el título de «Live at the Max». Tampoco le ha hecho ascos a la masificación musical, al cubrir un megaconcierto con infinidad de estrellas mediáticas en «Glastonbury». Tal vez por eso tiene muy clara de la diferencia que hay entre una trayectoria llena de autenticidad testimonial y otra basada en vivir de rentas.
«SHINE A LIGHT»
Dirección y guión:
Martin Scorsese.
Música: Mick Jagger y Keith Richards.
País: EE.UU, 2008.
Duración: 122 minutos.
Género: Musical.
«JOE STRUMMER: VIDA Y MUERTE DE UN CANTANTE»
Título original: «Joe Strummer: The Future is Unwritten».
Dirección y guión:
Julien Temple.
Música: The Clash.
País: Inglaterra, 2007.
Duración: 123 minutos.
Género: Documental.