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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Vivir en el limbo de las leyes

Las leyes podrán legislar una situación, pero no por ello son justas con todos, puesto que responden a ideas del momento y al poder de las mayorías, no a las necesidades de la persona

Debemos aceptar todas las leyes como justas? Es lo que la inmensa mayoría del personal hace aunque sea de manera inconsciente, aunque se vuelvan contra su propia decisión futura.

Porque lo difícil es identificarte con el que vive una situación injusta, perderse en la tontería es realmente favorable. Conscientes de nuestra falta de decisión, el sistema del momento nos indica la forma de vestir, comer, razonar, lo justo o injusto, lo correcto, quién es apto para ser explotado laboralmente o los derechos que nos corresponden, sin dejarnos pensar libremente.

El sistema establecido funciona a la perfección, salvo que unos pocos opten por la ruta equivocada o el mal camino. Entonces descarga su furia y su método de imposición. Luchar incluso contra tu propia enfermedad puede ser molesto, no porque el objetivo no beneficie a todos, sino porque las vías de pensamiento y los métodos que nos llevan a ello no son aceptados por críticos. Todo ha de estar bajo control, estandarizado y regulado por leyes de la mayoría, lo de menos es que sean justas.

Y la salud, que es un bien que nos corresponde a todos, está regularizada en función de lo económico o lo político, la aceptación social, etc. Nada se facilita sin analizar estos intereses previos. Podemos ser discriminados por tener mala salud, pero nos niegan la decisión propia sobre nuestro cuerpo. Es lo que continuamente reivindican los que se consideran sanos y con mentes de recto proceder cuando deciden que las personas debemos sufrir hasta el final, a semejanza del señor sufrido que aparece colgado en sus centros de ritos.

Son miles los casos personales injustos a tener en cuenta que harían mayoría, salvo que continuemos funcionando como seres individualistas, porque al final se imponen los que niegan que gestionemos nuestra propia vida con la dictadura de sus creencias. Llegado el momento, si, por ejemplo, optas por querer a alguien, todos y todas tienen derecho a opinar, aceptar o rechazar esa relación, haciéndolo saber correctamente, con «tolerancia» o imponiendo el rechazo. ¿Se puede ser más perverso?

Hace poco se repitieron las escenas de una mujer que optó por no vivir, puesto que su vida dejó de tener ese valor que a muchos nos es necesario, la calidad. Muchos se permitieron opinar y anteponer sus argumentos e idioteces, aceptando o rechazando su decisión. Ello nos retrotrae a otras situaciones como, por ejemplo, en el tema del aborto, mientras unas fallecían desangradas en casa otras más pudientes, aunque estuvieran en contra, podían viajar y hacerlo legalmente. El resto nos perdíamos en debates inútiles. Un reflejo de la hipocresía existente.

Las leyes podrán legislar una situación, pero no por ello son justas con todos, puesto que responden a ideas del momento y al poder de las mayorías, no a las necesidades de la persona. Por eso, cuando se habla de las leyes y los que las aplican como algo incuestionable, los que hemos vivido situaciones de rechazo sólo podemos luchar contra ellas e imponer lo que nos corresponde.

Chantal Sébire, no ha sido ni más ni menos que otras personas, pero tenía el derecho a decidir lo mejor para ella. A lo mejor sólo era no sufrir más.

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