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La victoria de Lugo en Paraguay tendrá efectos en todo el continente

Tras la victoria del candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio, Fernando Lugo, en las elecciones del 20 de abril en Paraguay, las primeras llamadas telefónicas de algunos mandatarios de la región proyectaban con notable nitidez la guerra de posiciones que se está desarrollando en el tablero político latinoamericano.

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Luismi UHARTE | Caracas

Las rápidas felicitaciones de los ejecutivos de Uruguay, Argentina, Bolivia e, incluso, Chile reflejaban con bastante precisión la política de alianzas estratégicas y tácticas -no exenta de contradicciones- que está operando al sur del continente.

La llamada del presidente venezolano Hugo Chávez fue quizás la de mayor calado político por su claro objetivo de iniciar cuanto antes un trabajo común estrecho, tanto a nivel bilateral como regional. El jefe de Estado bolivariano expresó a Lugo su deseo de reunirse «lo más pronto posible» para impulsar planes de «cooperación y complementariedad» entre las dos naciones. Además, los dos coincidieron en la necesidad de seguir construyendo la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), herramienta estratégica en la dinámica de integración regional.

La conformación de un Gobierno de «centro-izquierda» en Paraguay va a posibilitar el fortalecimiento de la orientación integracionista latinoamericana, relativamente soberana de la influencia de Washington. Aunque es cierto que el ejecutivo «colorado» de Nicanor Duarte ha sido partícipe de algunas de las nuevas expresiones organizativas que han ido surgiendo (Unasur, Banco del Sur, etc.), con la llegada de Lugo se presume que la presencia paraguaya se torne más firme y sólida. Las dos nuevas propuestas que se han realizado recientemente por parte de Brasil (Consejo de Seguridad Latinoamericano) y de Ecuador (Organización de Estados Latinoamericanos), que han generado «preocupación» -como les gusta decir en la Casa Blanca- en la Administración Bush, contarán probablemente con el apoyo del gobierno paraguayo.

Y estos no son asuntos de segundo orden, porque vislumbran la crisis de legitimidad de estructuras hemisféricas impuestas por los Estados Unidos en el último medio siglo, como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), y la Organización de Estados Americanos (OEA).

Sin embargo, la postura geopolítica que adopte la nueva administración paraguaya, va a depender no sólo de la voluntad política de la Alianza Patriótica, sino en gran medida, del papel que estén dispuestos a jugar los dos gigantes que le rodean (Brasil y Argentina). Las nuevas relaciones en el ámbito hidroeléctrico, en concreto, y en el seno del MERCOSUR, en términos más generales, van a ser cruciales. Debemos recordar que las presas de Itaipú y de Yacireta, están suministrando energía a precios de costo a Brasil y Argentina, respectivamente. Esto significa que el segundo país más empobrecido de Sudamérica está subsidiando a dos naciones económicamente más sólidas. El precedente de las negociaciones en torno al gas boliviano enviado a Brasil y Argentina, no es muy halagüeño, ya que altos funcionarios de Petrobras reprodujeron actitudes propias del denominado «sub-imperialismo» brasileño. La posición más equilibrada del presidente Lula permitió mejorar las condiciones de venta del gas de Bolivia, a pesar de que todavía se sigue transfiriendo por debajo de precios justos, fundamentales para impulsar el desarrollo del país más pobre del subcontinente. Por ello, la aplicación de precios más acordes a los del mercado, será un asunto fundamental en los intercambios de Paraguay con sus dos vecinos.

Pero donde mayores «concesiones» deberían hacer Brasil y Argentina es al interior del MERCOSUR, si pretenden fortalecer dicha institución. Las asimetrías del Mercado Común del Sur son notables desde su nacimiento en 1991, y han provocado constantes reclamaciones de los dos socios menores (Paraguay y Uruguay). Este último, debido al permanente desequilibrio, y a pesar de contar con un gobierno teóricamente de «centro-izquierda», ha coqueteado en los últimos tiempos con los Estados Unidos, firmando un Tratado Bilateral de Inversión, y amenazando con un TLC si no se redimensiona el MERCOSUR. De cualquier manera, la entrada reciente de Venezuela en el organismo, y las propuestas de Chávez pueden resultar trascendentales para el reacomodo de Paraguay y Uruguay.

Posición ante EEUU

Otro asunto de vital importancia va a ser la posición que asuma la administración Lugo ante la Casa Blanca, y más específicamente ante dos ejes de intervención. El primero es la presencia de tropas norteamericanas en la base aérea Mariscal Estigarribia, a 200 kilómetros de Argentina y 300 de Brasil. Con la excusa de la presencia de grupos «terroristas islámicos» en la triple frontera, Estados Unidos presionará para seguir teniendo presencia en la zona, con el objetivo oculto de establecer una base militar que controle el sur del continente. Si al anuncio por parte de Ecuador de retirar a las tropas norteamericanas de la base de Manta en 2009, se une la negativa del gobierno paraguayo a la presencia de militares estadounidenses, los niveles de nerviosismo en Washington se pueden extremar. El otro eje es la pretensión de EEUU de apropiarse del Acuífero Guaraní, una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo, y por tanto hacerse con el control del recurso natural por el que se desencadenarán los conflictos bélicos del futuro. Se prevé que Lugo adopte posiciones soberanas en torno a este tema.

En definitiva, los resultados electorales paraguayos hay que interpretarlos como un tanto más para el conjunto formado por la alianza entre el «bloque rojo» y el «bloque rosa» de la región, frente a los peones más representativos del «eje del mal» (Colombia, Perú, México), liderado por Estados Unidos. Sin embargo, dos interrogantes de gran trascendencia surgen en relación con Brasil y Argentina: ¿tendrán la suficiente capacidad para priorizar una visión estratégica regional a largo plazo? Y ¿tendrán la valentía requerida para enfrentar los bloqueos internos?

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