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«Se necesitan recursos sociales para cerrar la brecha entre ciudadano y arte»

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Fernando Sinaga
Escultor

Gran conocedor de la realidad artística de Euskal Herria, Fernando Sinaga (Zaragoza, 1951) visitó hace algunos días Gasteiz para participar en un taller que abordó las relaciones entre el arte y su contexto. A pesar de que sus obras se exponen en museos y galerías internacionales, Sinaga se muestra especialmente interesado por el arte público.

Josune VELEZ DE MENDIZABAL | GASTEIZ

Las obra de Fernando Sinaga se encuentra representada en colecciones como la del Museo Reina Sofía de Madrid, la del Instituto Valenciano de Arte Moderno o el mismo Artium gasteiztarra. Sus trabajos han viajado también por Alemania y EEUU. A día de hoy el artista zaragozano compagina su trayectoria artística con la docencia en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca.

Sin embargo, conoce Euskal Herria desde hace años; «como profesor de universidad ayudé a crear el departamento de escultura y estuve casi cinco años en la facultad de Bilbao dando clases de doctorado».

Por su conocimiento y experiencia en la materia, así como por su dilatada trayectoria internacional, Sinaga afirma lo siguiente: «En el caso de Bilbao puedo decir que he visto emerger y trasformase esta ciudad. Tengo muchos amigos en el País Vasco y comparativamente con otras comunidades la situación que tenéis aquí a nivel de plataforma cultural es excepcional respecto a otras comunidades. Otra cuestión es que esos diversos sectores, artistas y mediadores en la política cultural logren encontrar formas de diálogo para el desarrollo del arte. No hay que olvidar que el arte debe contar con la participación social que le corresponde».

Usted ha mostrado en multitud de ocasiones su interés por el arte público, ¿cómo entiende este tipo de arte?

Se trata de un término que surge en los años 50-60 en los Estados Unidos, después se trasladó a Europa en formas y modelos, y, posteriormente, en el Estado español tomó forma administrativa o legislada con el 1%. Es una legislación del Estado para la construcción de un arte que se tiene que producir en las calles, independientemente de que luego los ayuntamientos cumplan o no con esa legislación. En definitiva se trata del arte que está en la calle y en el paisaje, y que quiere modificar de alguna manera el territorio. Es decir, intervenirlo y formar parte de él.

Existe más de un debate en torno a la aplicación del 1% en arte público. La falta de consenso es evidente entre las instituciones y los artistas.

La aplicación de los tantos por ciento que corresponden al arte público siempre es controvertida; en general esa parte de los presupuestos se aplican fundamentalmente al patrimonio histórico y a las rehabilitaciones.

Sin embargo, la falta de colaboración entre un gremio muy organizado, como es el de los arquitectos, y otro que no lo es, como el de los artistas, impide un diálogo. De ahí que finalmente tiene que pasar por decisiones políticas que creen que la participación del arte contemporáneo es la arquitectura pública en la ciudad, en el urbanismo y en el territorio es realmente necesaria y útil.

Menciona la colaboración entre artistas y arquitectos. Usted ha colaborado con Santiago Calatrava en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia.

He colaborado con varios proyectos públicos y con varios arquitectos, con algunos de forma más afortunada y con otros de forma más despegada, o menos cercana. En la Ciudad de las Artes y las Ciencias hay una gran inversión pública y, por lo tanto, existen recursos para poder desarrollar proyectos. Ahora estoy haciendo un proyecto público para la Expo de Zaragoza y ahí sí que se está aplicando el 1%.

¿Cuál fue el resultado de su colaboración?

No existió realmente la colaboración con el arquitecto. Digamos que Calatrava permitió que los artistas hiciéramos unas intervenciones en un espacio que él había diseñado y él había realizado. Pero fue una decisión política la que de alguna manera le recomendó la participación de los artistas. Él lo vio todo de una manera muy alejada y muy pasiva.

Desde su experiencia como artífice de obras de arte realizadas exclusivamente para el espacio público, ¿cómo concibe estos trabajos? ¿Cómo los perciben los ciudadanos?

Hoy, afortunadamente, cuando uno hace una exposición en una galería o en un museo, los medios de comunicación sí que demuestran una preocupación por el arte y la cultura, algo que hace 10 años no existía, por lo menos con la intensidad y la dedicación con la que contamos hoy en día.

Otro problema es el tema de la comprensión del arte. La labor pedagoga, didáctica y de compromiso social en este caso debe ir paralela a la expositiva. Los museos tienen que desarrollar este aspecto didáctico de cómo trasmitir y comentar el arte al ciudadano. Esta labor educativa y de difusión necesita, a su vez, de recursos sociales para que de alguna manera se pueda cerrar la brecha, que a veces es muy profunda, entre el ciudadano y el arte contemporáneo.

En estos momentos trabaja en un proyecto para la Expo Zaragoza, ¿de qué se trata?

Ha surgido en los últimos seis meses. En este tiempo yo ya había presentado el anteproyecto con cierta inquietud, puesto que el tiempo se nos echaba encima.

Todo el proceso administrativo ha sido largo y es que el proyecto público siempre es así... Tiene que ser así, porque no nace de un artista hacia un ciudadano, sino que el artista está sometido a comisiones, discusiones, a políticos... Por lo tanto tiene que ser necesariamente lento.

Mi proyecto se llama «Pantallas espectrales sobre el Ebro». Hace alusión de alguna manera al paisaje del futuro que tenemos como presente. Para nosotros todo lo nuevo es espectral y de ficción hasta que pasa a ser aceptado e integrado. En este sentido he creado un sistema óptico de pantallas que transforman el paisaje y que a la vez se convierten en puertas y espacios del territorio de la Ribera del Ebro.

 
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