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Raimundo Fitero

Demasiados especiales

Si el programa de la primera estatal «59 segundos» hace un especial en horario de máxima audiencia con Esperanza Aguirre de protagonista es que está tomando partido para contribuir a la partición del partido más partido. Se trata de colocar a una parte del conflicto para que acapare audiencias, por cierto en máximos del programa, y, se supone, para que se vaya añadiendo crispación al proceso de desintegración de ese cúmulo de intereses inmobiliarios que vuelan en el bofe de la gaviota. Por otro lado, si este programa donde campan los extremistas de la derecha más extrema colocados como grandes pensadores de la conspiración junto a los paniaguados del zapaterismo más iluminado, debe dedicarse a proponer especiales, es que definitivamente ha perdido todo su sentido, y es un comodín que se va a ir colocando para incidir en las batallas políticas de los demás siempre que refuerce las tesis de la actual mayoría parlamentaria.

Además, conseguir un hueco en los paneles de audiencia los lunes con una propuesta tan nítidamente de contenido político o, al menos, partidista, es todo un síntoma que viene a refrescarnos la memoria sobre otros resultados estadísticos donde se reflejan las cantidades considerables de ciudadanos que se ha interesado por debates, encuentros cara a cara de los candidatos, y preguntas realizadas por un selecto grupo de contribuyentes. Quizás sea por lo especial, por lo excepcional de esas propuestas, pero no dejan de tener una buenísima relación entre coste y audiencia, es decir, que son rentables, para utilizar los términos de los negociantes, pero a la vez nos pueden colocar ante la posibilidad de que este invento de la televisión pública pueda retornar a sus orígenes fundacionales y resulte que el pueblo consumista, que el televidente con opción a voto, tenga más interés en ver a esos seres que se autodenominan políticos, que a los artistas, jugadores de deportes y otra escala menor de famosos. Si Silvio Berlusconi gana de calle en las elecciones italianas es porque ha entendido bien el negocio televisivo, futbolero y político como partes indiferenciadas de una unidad de mercado.

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