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Amaia Bedialauneta Egia Viuda de Anjel Etxaniz

La otra cara de «la verdad»

Conseguimos al fin enterrar a mi marido. Monzón, el cual me acompañó durante todo el funeral, dijo: «el silencio, a veces, es el mejor discurso». En agosto serán 28 años.

El cúmulo de acontecimientos políticos es lo que me ha llevado a romper mi silencio. Una noche hace 31 años, estando embarazada de mi hija pequeña, mi marido fue sacado de casa por la Guardia Civil. Al cuarto día de intentar conocer su paradero me enteré de que había sido primero torturado en Donostia y después llevado a la cárcel de Zaragoza. Estando en la cárcel le amenazaron diciéndole que si no colaboraba ellos tenían métodos para hacerle hablar.

Días después estalló una bomba en el local que regentábamos debajo de nuestra casa. Aterrorizada salí al balcón y vi cómo la Guardia Civil se encontraba allí. Tenía claro lo que había pasado.

Al día siguiente marché a Zaragoza a visitar a mi marido, sin interponer denuncia alguna, pues ellos conocían perfectamente a los autores del atentado. Aún así tuve que oír una reprimenda. Les dije que ellos sabían mejor que yo qué había ocurrido, cómo habían controlado la calle para que no pasara nadie. A los tres meses dejaron libre a mi marido.

A los cuatro años, el 30 de agosto de 1980 a las 00:00 fue asesinado por el Batallón Vasco-Español en el bar de su propiedad. Justo el día después de que UCD y otros partidos políticos convocaran una manifestación «antiterrorista». Le vaciaron el cargador y una vez en el suelo le pegaron el tiro de gracia en la yugular. Con el ruido de las balas, bajé corriendo, dejando a los niños dormidos. Pero para entonces ya estaba muerto. Decidí subir su cuerpo a casa. La Guardia Civil se presentó diciendo que querían ver el local, por si encontraban los casquillos.

El día del funeral, a las 17:00, cuando nos disponíamos a conducir el féretro a la iglesia, un coche de la Guardia Civil se abrió paso a bocinazos entre la multitud que se acerco a acompañar el cuerpo. Hubo una reacción de repulsa inmediata. En pocos minutos llegaron refuerzos del cuartel que estaba a 200 metros. En medio del caos que crearon registraron nuevamente el local e incluso miraron dentro del féretro.

Conseguimos al fin enterrar a mi marido. Monzón, el cual me acompañó durante todo el funeral, dijo: «el silencio, a veces, es el mejor discurso». Nunca he visto tanta gente en un funeral. Recibí apoyo de innumerables personas, entre ellos, el obispo Setién y una carta muy emocionante del Congreso de los diputados de Madrid. En ella me trasmitían ánimos y entre otras cosas, decían que mi marido había sido una buena persona y que no merecía morir así. En agosto serán 28 años. Mis hijos han crecido sin su padre. Pero veo que guardan gratos recuerdos de él.

Quisiera agradecer a todos los que nos acompañaron en aquellos difíciles momentos todo el calor que nos dieron. Pero quiero aprovechar estas líneas para señalar la vergonzosa actitud del entonces lehendakari Karlos Garaikoetxea y el alcalde de Ondarroa Felix Aranbarri. Parece ser que ninguno tuvo constancia de lo sucedido con mi marido. Pues hoy es el día en que ninguno de ellos se ha dignado a darme ni siquiera el pésame.

La misma semana del entierro, cuando me dirigía al ayuntamiento de Ondarroa a hablar con un juez que se había interesado en el caso de mi marido -pues supo que no se le había practicado la autopsia porque todo el mundo sabía de qué había muerto-, me crucé con el propio alcalde de Ondarroa, Felix Aranbarri, que hizo como si no me hubiese visto.

Parece ser que el sufrimiento sólo viene de un lado. Ojala llegue pronto la paz, así no habría más muertos. Pero para eso hay que dialogar con todos los partidos en vez de encarcelar a dirigentes que no han hecho nada. Ya es hora de dejar los intereses partidistas a un lado y de seguirle el juego al Gobierno central. Para vosotros todos son terroristas, pues vista la campaña ideológica, política y mediática... no habláis de otra cosa. Esa manera de proceder no hace más que acrecentar el conflicto. Un conflicto que conlleva muertos.

Gora ANV! Gora euskal preso, errefuxiatu eta iheslariak! Besarkada bat Ino Galparsorori.

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