Casi dos años después de poner en marcha toda la maquinaria necesaria para hacer posible «Nevando voy», la película está triunfando en festivales de cine independiente de medio mundo, por lo que el departamento de Cultura del Gobierno de Nafarroa les ha concedido una subvención de 50.000 euros para pasar su película, grabada en vídeo de alta definición, al formato de 35 milímetros. El premio del público en el festival Seminci de Valladolid, el de Mejor Película en el Miami Underground Film Festival y en la Semana de Cine de Medina, otro compartido en el Festival de Cine Pobre de Cuba y otro por recoger en Puerto Rico, avalan la inversión.

Iruindarra de 29 años, Muruzabal estudió Comunicación Audiovisual tras lo cual voló a Los Ángeles para seguir cursando sus estudios. Allí conoció a Candela Figueira y se hicieron amigas «desde el primer día». Tras rodar varias películas en México y Estados Unidos regresó a Iruñea y decidió que no se quiere mover porque, dice, «llevaba mucho tiempo fuera y yo aquí estoy muy bien, quiero mucho a esta ciudad».

«Nevando voy» está encandilando tanto a público como a crítica allí donde va.

Por ahora la verdad es que nos está yendo muy bien. Gracias a eso se está oyendo un poco la película que, al estar en formato digital, es muy difícil que se sepa siquiera que existe. Ganar premios en festivales es la única manera de darnos a conocer.

¿La subvención ha ido a ustedes o ustedes a la subvención?

Hemos ido nosotras, ¡aquí hay que estar con el pico y la pala! La presenté durante dos años a las ayudas y no me las dieron, pero yo pensaba que merecía tener una ayuda aunque fuera a posteriori. Es una película que está demostrando que está bien, pero supone un problema que esté en digital y nosotras no tenemos ahora la capacidad ni el dinero para pasarla a cine.

¿Qué tipo de puertas os abre que «Nevando voy» pase a estar en 35 mm?

Supone que podamos ir a más festivales y, sobre todo, que la podamos estrenar en el cine. Hemos tenido muy poco dinero pero nos hemos esforzado mucho en que no se note.

Su compañera es argentina, ¿cómo acabaron produciendo la película en Iruñea y no en La Pampa?

Mientras estudiábamos hicimos varios cortos y, aparte de ser amigas, vimos que trabajábamos muy bien juntas. En Pamplona rodamos la película «Americano» de un director estadounidense y en la que nosotras llevamos bastante peso en la producción. Vimos que también podíamos hacer algo así, nos dio fuerzas y nos animó. Como nos entraron ganas de hacer algo nosotras, le comenté a Candela que estaba pensando en crear una productora para poder hacer un primer proyecto.

Pero en esta película además de productoras son también directoras y guionistas.

En realidad todo empezó desde la producción, desde las ganas de levantar un proyecto, que es lo que más nos gusta.

Entonces, ¿se sienten más productoras que otra cosa?

Yo sí y además me gusta decirlo porque nunca se tiene muy en cuenta, siempre se habla más del director. La producción, si es creativa y se implica en el tema artístico, es muy importante para un proyecto.

¿Fue un proceso más natural que pensado?

A nosotras se nos ocurrió una idea, luego la queríamos realizar y vimos que era muy nuestra. A mí escribir siempre me ha gustado mucho, pero es algo tan personal que da más miedo, pero nos lanzamos a ello y lo de dirigir vino solo. Ninguna de las dos nos atrevíamos, porque yo estaba muy cómoda con los actores pero no tanto con la parte técnica y Candela al revés. Cuando nos dimos cuenta de que cada una podía hacer una parte pensamos «pero mira qué bien».

¿Qué nos pueden contar de «Nevando voy»?

Es la historia de cuatro trabajadores de una fábrica que embala cadenas para la nieve. Uno es el encargado, otro es un chico contratado y también hay una mujer y una chica que vienen de una empresa de trabajo temporal. Al principio es todo muy frío: cada uno trabaja a lo suyo, hacen las ocho horas y se van. Hasta que de repente empiezan a comunicarse, a hablar entre ellos. Sobre todo gracias a la chica, que es la que empieza a cambiar esas reglas que no están escritas, pero que están en el aire, de que hay que trabajar en silencio, cada uno a lo suyo, sin que importe nada. Pero ella empieza a cambiar eso y se empieza a ver que lo que les falta en sus familias y con sus amigos lo encuentran allá.

¿Está basada en hechos reales?

Yo estuve trabajando en esa misma empresa. Cuando ya estábamos con la idea de crear la productora quería trabajar en algo que no me comiera mucho la cabeza y dedicar el tiempo libre a lo que me apetecía realmente. Fui a esa fábrica y no esperaba nada pero tuve una experiencia muy buena, sobre todo en el aspecto humano. Me di cuenta que, aunque te levantaras a las cinco de la mañana, podía ser también una experiencia vital, no sólo un trabajo que te da dinero.

¿Contaron con actores profesionales?

Uno de ellos es profesional, la chica ha estudiado y quiere dedicarse a ello pero hasta ahora solo había hecho cortometrajes, la mujer era más bien aficionada y el chico joven no había hecho nada absolutamente.

¿Cómo fue el rodaje?

Rodamos durante cuatro semanas en agosto de 2006, que es cuando cerraba la fábrica real, que nos dejaron para el rodaje. La historia transcurre en invierno, lo que planteaba bastantes dificultades pero por suerte ese verano fue bastante nublado. Lo mejor de todo es que, como éramos poca gente de equipo, fue agradable y no había muchas tensiones. Además, fuimos cumpliendo el planning perfectamente. Fue estupendo.