El consejero Javier Madrazo confirmó ayer que el Gobierno de Lakua prevé llevar al pleno anunciado para junio una propuesta cerrada que presentará como un plato de lentejas: si quieres las comes y si no las dejas. Comparar la búsqueda de consensos amplios con «mendigar apoyos» evidencia una visión distorsionada de las bases del parlamentarismo, que resulta más preocupante por ser ya reiterada en el caso del Ejecutivo autonómico. Desde que se dieran los primeros esbozos del llamado «Plan Ibarretxe», el lehendakari y su equipo acostumbran a ir quemando etapas en base a golpes de efecto mantenidos en secreto hasta el último momento para aumentar su impacto. Y la gestión de los dichos, de los hechos -siempre más comedidos- y de los tiempos se asemeja más a la de una campaña publicitaria (o electoral) que a la de un proceso serio verdaderamente encaminado a la búsqueda de la paz y de la normalización política.

Así viene ocurriendo también con esta «hoja de ruta». No se trata de negar que pueda tratarse de un plan bien meditado antes de hacerlo público el pasado 28 de setiembre, pero fue concebido en el mayor de los secretos, sin debatirlo ni compartirlo con los sectores abertzales (sindicales, sociales, universitarios y también políticos) que debían impulsarlo en el seno de la sociedad una vez anunciado. Ahora ocurre lo mismo. Se pretende llegar al pleno de junio con el conejo guardado en la chistera. Y una vez sacado, en un par de horas, que «cada uno se retrate». La propuesta de una consulta en clave de trascendencia política e impulsada desde Euskal Herria es algo nunca hecho. Da pena ver que se trata sólo como una baza partidista (¿un trampolín electoral?), sin dejar espacio a la búsqueda de consensos básicos.