Los hermanos Wachowski, en las carreras
«Speed Racer»
Los Wachowski vuelven a dirigir, después del tiempo prudencial que se tomaron tras la extenuante experiencia de la trilogía «Matrix», y lo hacen con una película familiar basada en una serie televisiva de animación japonesa. El mundo de las carreras de coches cobra en la pantalla una dimensión virtual, con una colorista y delirante estética pop-art.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Haciendo honor a la pasión por la velocidad que caracteriza a «Speed Racer», el productor Joel Silver ha sido el primero en poner en la línea de salida su película, adelantándose al resto de estrenos que pretenden conquistar la cartelera veraniega. Se arriesga a quedarse fuera de carrera y no aguantar en pista hasta esas fechas, pero de momento consigue colocarse en cabeza. Ya parte con ventaja en cuanto a rendimiento económico, porque antes de empezar con la distribución tiene prácticamente recuperado el dinero invertido. Los contratos de merchandising y de patrocinio con distintas cadenas de ropa o de comida rápida así lo aseguran, sin olvidar que el rodaje estuvo subvencionado. El cine alemán busca promocionarse colaborando en la financiación de cualquier proyecto que se ruede en su territorio, medidas de las que también puede beneficiarse una superproducción de Hollywood. Por lo tanto, Joel Silver sabe muy bien lo que se hace, y su respaldo a los Wachowski puede que sea incondicional, pero no hasta el punto de invertir en sus locuras con los ojos cerrados.
¿Están locos los hermanos Wachowski? Si hiciéramos caso de la prensa sensacionalista, tal como los presentan, solamente cabe concluir que sus mentes no han sobrevivido a la experiencia metafísica de «Matrix». Porque fue, coincidiendo con la segunda y tercera parte de la trilogía, cuando se empezó a hablar de lo transformación de Larry y su llamativo cambio de aspecto, que sorprendió a todos los enviados especiales al Festival de Cannes. Dejó a su mujer y comenzó una relación con una dominatrix, integrándose en la comunidad gay de San Francisco bajo su nueva identidad transexual. No hay que olvidar que la excéntrica hermandad empezó en el negocio del cine con una película erótica titulada «Lazos ardientes», detrás de cuya gestación colocan ahora a Larry. Se han vertido tantos ríos de tinta al respecto que no es de extrañar que él y su hermano Andy quieran desviar el asunto, desmarcándose del tipo de películas que siempre han llevado el consiguiente estigma de la letra que indica no apta para menores. No debe sorprender tanto en consecuencia que les haya dado por hacer una película familiar, en la que quieren mostrar su lado más infantil, guiados por la nostalgia hacia los tiempos en que se iniciaron en el mundo del cómic, como una afición en el tiempo libre que les dejaba su carpintería, de la cual vivieron antes de dedicarse al cine.
Los carpinteros Wachowski no han perdido su sentido artesanal de lo que es un oficio y, aunque en el cine cuenten con tecnología punta a su servicio, trabajan esencialmente la imaginación para construir universos salidos de su taller fantástico. Una de las actividades que mejor reflejan las ganas de las generaciones actuales para construirse su propio mundo es la del tuning, y en ella han encontrado Andy y Larry una posibilidad de plasmación cinematográfica.
«Speed Racer» es una pura ensoñación sobre las carreras de coches, dentro de la cual los vehículos adquieren formas imposibles y disponen de recursos nunca vistos para desafiar la gravedad y alcanzar velocidades de récord. Son prototipos virtuales, antes que máquinas rodantes inspiradas en una realidad conocida, que convierten el deporte en una cuestión de vida o muerte, algo esencial en la existencia de una sociedad futura que sólo encuentra su ritmo vital en la competición automovilística.
Una dimensión de tales características tuvo que nacer en el Japón de la posguerra necesariamente, siendo Tatsuo Yoshida el autor del manga «Mach Go Go Go», del que a su vez surgió la correspondiente serie televisiva de animación. En su versión en castellano fue conocida como «Meteoro», pero en el mercado anglosajón llevó el título de «Speed Racer», conservado por la adaptación cinematográfica. El creador nipón tomó como modelo inspirador el Aston Martin de «James Bond contra Goldfinger», en cuanto que se trataba de un coche deportivo transformado para la ficción de la pantalla. Pero la distorsionada e irreal visión de las carreras automovilísticas se la sugirió «Cita en Las Vegas», dada su naturaleza híbrida de delirante musical al servicio de Elvis Presley. Con unos orígenes tan cargados de referencialias culturales del siglo XX, los Wachowski no podían dejar escapar la oportunidad de recrear a su manera un material generado a partir del cómic pero repleto de influencias cinéfilas, algo parecido a lo que hicieron con su reciente «V de Vendetta», donde prefirieron quedarse en un segundo plano.
Referentes y estética
La idea de «Speed Racer» como película se remonta a dos décadas atrás, tiempo más que de sobra para que se hayan barajado cantidad de nombres de directores, la mayoría de prestigio, hasta concretar el proyecto. Ni Julien Temple, ni Gus Van Sant, ni tampoco Alfonso Cuarón. Ninguno de ellos dio con la fórmula definitiva para hacer que los personajes animados fueran interpretados por actores de carne y hueso, siendo los Wachowski los únicos capaces de aventurarse por un camino intermedio entre la imagen real y la generada por ordenador. Su decisión les ha costado críticas adversas, incluso antes del estreno mundial de la película, en base a los avances previos. En los foros de Internet abundan los comentarios que comparan el estilo de realización escogido para «Speed Racer» con el de Robert Rodríguez, autor de la saga familiar «Spy Kids». La primera diferencia obvia entre ambas producciones reside en que el protagonista de los Wachowski no es un niño, sino un joven piloto de carreras de veinte años, que es la edad del actor Emile Hirsch.
Estéticamente hablando, en «Speed Racer» hay una apuesta cromática por los colores chillones y el diseño pop-art. Los intérpretes están integrados en los decorados, llegando a parecer que forman parte de los mismos, ya que hay un marcado interés por conseguir la total simbiosis entre el elemento humano y la máquina que conduce. Sabido es que a las actrices y actores no les gusta rodar delante de un fondo verde. Este problema provocó el relevo de director de fotografía.