CRÓNICA Tratado de Lisboa
La alternativa republicana por el «no» gana enteros de cara al referéndum en Irlanda
Líderes políticos se están dando cita en Irlanda para exponer su posición ante el Tratado de Lisboa. Irlanda es el único Estado miembro de la UE que lo someterá a referéndum. Frente a una mayoría de los representantes políticos irlandeses favorables al «si», Sinn Féin sigue presentando una alternativa en base a un voto negativo que permita un nuevo debate sobre su contenido y sea una oportu- nidad para que los europeos puedan expresarse ante un Tratado que será clave para la futura estructura de la Unión.
El debate en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa se caldea según se acerca la fecha del referéndum, el 12 de junio. La campaña contra el Tratado ha visto cómo la intención de voto de cara al próximo referéndum ha empezado a oscilar a su favor, reduciendo la distancia respecto a los votantes que apoyan el documento presentado por la Unión Europea. Sin embargo, el número de indecisos superando el 35%, lo que hace pensar que el resultado de la consulta dependerá en gran medida de la participación, ya que si ésta es baja, el voto más militante de los que se oponen al Tratado podría dar la sorpresa en Europa.
Para avivar la campaña a favor del Tratado, Irlanda ha sido visitada en las últimas semanas por algunos pesos pesados de la política europea. En una sola semana, la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, visitaron la isla para pedir un voto positivo. Sin embargo, ni Merkel ni Barroso aclararon cuestiones claves planteadas por los contrarios al Tratado ni disiparon las dudas de los indecisos.
Merkel confirmó de forma indirecta uno de los argumentos de los opuestos al Tratado de Lisboa, que afirma que éste es la Constitución Europea que franceses y holandeses rechazaron en el 2005. Incluso aseguró que, como parte de la revisión de la Constitución, lo que se hizo en el documento fue «deshacerse de toda mención a la creación de un `superestado' europeo».
Por su parte, Barroso, que fue recibido por una manifestación de ocho mil agricultores irlandeses contrarios a las negociaciones del comisario Peter Mandelson con la OMC, recurrió a la retórica política a la hora de defender el Tratado, pero se dejó en el tintero cuestiones como la afirmación definitiva de que la UE no actuará contra el régimen fiscal especial irlandés, y específicamente contra el impuesto de sociedades que ha sido y es una de las claves del despegue económico de Irlanda.
Conspiración
El 1 de mayo Gerry Adams, presidente de Sinn Féin, habló ante el plenario del Foro de Europa -institución creada por Dublín para promover el debate sobre asuntos europeos-. Su intervención se produjo en un momento crucial, ya que la campaña del «no» ha ganado enteros ante la evidencia de que lo que dice Bruselas y sus planes de futuro son cosas distintas.
La reciente difusión de una comunicación privada entre la Comisión Europea y el Gobierno británico, en la que se discutía dejar aparcadas hasta después de la consulta cuestiones controvertidas que podrían tener una incidencia en el voto en Irlanda ha sido denunciado por los opositores al Tratado como una «conspiración» para engañar a los irlandeses. Así lo expresaron la eurodiputada republicana Mary Lou McDonald y la ex eurodiputada verde Patricia McKenna, que hace campaña por el «no» pese a que los líderes de su partido, ahora en la coalición de Gobierno en Irlanda, han decidido apoyar el Tratado de Lisboa.
Para Adams, este documento «no aporta nada positivo a Irlanda o a Europa» y añadió que, tras el rechazo a la Constitución Europea en el Estado francés y Países Bajos y el desinterés por la UE que se traduce de la bajísima participación en las elecciones europeas, este Tratado podría haber sido «la oportunidad» para solucionar «la desconexión entre los ciudadanos y las instituciones europeas».
Una oportunidad pérdida, ya que el documento de Lisboa ahonda en lo que Sinn Féin considera los fallos de la UE: la centralización del poder en la Comisión Europea y la pérdida de voz de los ciudadanos.
Adams criticó aspectos como la militarización de la Unión, con un incremento en el gasto militar y una tendencia a abandonar el mandato de la ONU para acercar posiciones a la OTAN -con lo que supone para la neutralidad irlandesa-, y especialmente la Carta de Derechos Fundamentales incluida en el Tratado, porque «no aporta nada nuevo».
Soledad GALIANA Dublín