La ética de la imagen, base del periodismo comprometido
Resulta perentorio recuperar el espíritu de denuncia del periodismo primigenio y del cine más comprometido. Pero... ¿Cuáles son los límites? Nadie puede poner en duda que la aspiración de reflejar la verdad a través del poder de la imagen sea lícita. Sin embargo, el hecho de mostrarla explícita y crudamente plantea cuestiones de profundo calado ético
Iñaki LAZKANO
Periodista y profesor de Ciencias Sociales y de la Comunicación
Krzysztof Kieslowski desarrolló su incipiente labor cinematográfica en el ámbito del cine documental. El prestigioso realizador polaco tenía por aquel entonces un interés especial en reflejar la realidad. No obstante, a medida que iba indagando en la realidad cotidiana de los seres humanos, su curiosidad colisionó con un problema ético: el peligro de violar la intimidad de las personas que retrataba. Dos principios regían su filosofía como documentalista: «Jamás perjudicar a la persona filmada y no transformar nunca su vida, ni para bien ni para mal». Cuando se percató de la imposibilidad de cumplir sus postulados, abandonó los documentales y se refugió en la ficción.
¿Debe el cineasta o el periodista asumir esa equidistancia ética? La asunción de una mirada objetiva es, en la actualidad, una mera quimera. Las imágenes se han convertido en la coartada perfecta del poder establecido. El periodismo audiovisual y el cine, salvo honrosas excepciones, legitiman el sistema. Paul Haggis se manifestó en ese mismo sentido y reivindicó la necesidad de recuperar la labor del verdadero periodismo en la rueda de prensa de la película «En el Valle de Elah» (2007): «Alguien me ha preguntado por qué se hacen ahora estas películas si las de Vietnam no se rodaron durante la guerra. Pienso que hay una diferencia básica: en aquella hubo unos magníficos periodistas haciendo su trabajo, informando de cosas que no queríamos escuchar. Bastaba leer los periódicos y mirar la televisión para saber toda la verdad desagradable. Ahora no».
Las reflexiones del director canadiense nos aleccionan sobre el carácter de las imágenes que los medios de comunicación nos hacen llegar de manera manipulada habitualmente. Resulta perentorio, pues, recuperar el espíritu de denuncia del periodismo primigenio y del cine más comprometido. Pero... ¿Cuáles son los límites? Nadie puede poner en duda que la aspiración de reflejar la verdad a través del poder de la imagen sea lícita. Sin embargo, el hecho de mostrarla explícita y crudamente plantea cuestiones de profundo calado ético. ¿Es legítimo despertar la conciencia de la sociedad apelando a los instintos más primarios? Obviamente, el periodista o el cineasta comprometido no pueden permanecer impertérritos ante la injusticia. Así pues, aunque la equidistancia ética que propugnaba Kieslowski no parece ser la vía idónea, resulta indispensable dotar de eticidad a la imagen para soldar debidamente las bases de la verdad.