Segundo largometraje del realizador de origen senegalés aficando en el Estado francés Alain Gomis, que se dio a conocer en el Festival de Locarno hace siete años con su ópera prima «L'Afrance», que obtuvo el Leopardo de Plata. «Andalucía» se presentó en la Mostra de Venecia, recibiendo en aquel momento buenas críticas, que se han extendido a su estreno parisino. Allí ha interesado vivamente por su reflejo del problema de la inmigración, al transmitir las inquietudes de un joven magrebí que se siente desplazado en la periferia de París. No se encuentra a sí mismo en medio de los disturbios provocados por las actitudes clasistas y racistas, por lo que intenta refugiarse en un modo de vida bohemio. Habita en una caravana y se identifica con la magia circense, a la vez que comparte con sus amigos la fascinación por los grandes futbolistas representativos de grupos raciales marginados. La obsesión por hallar su lugar en el mundo le llevará en pos del mito de Al-Andalus, a medio camino entre su actual residencia europea y sus raíces del norte de África.

«Andalucía» es una crónica viajera bastante atípica, habida cuenta de que no sigue una estructura narrativa lineal, al modo de las películas de carretera convencionales. Es más como la música de jazz, con sus improvisaciones y momentos inspirados, sin seguir un orden o una ruta establecida. Su recorrido es puramente emotivo, hecho de pasajes sueltos en los que el protagonista se funde con determinadas manifestaciones herederas del pasado árabe. La cámara sigue al magrebí Samir Guesmi en su aventura andaluza en un constante travelling lateral, con visitas puntuales a la Alhambra, con participación activa en la profesión del Cristo de los Gitanos en el Sacromonte, o redescubrimiento de la grandeza primigenia del desierto en el interior de Almería. La cinematografía europea rinde otra vez culto al recurrente discurso del viaje al sur, emprendido en sentido contrario al que marca el éxodo económico de los países pobres hacia los ricos, puesto que nace de una necesidad cultural para recuperar las vivencias de los pueblos que más contacto directo han tenido con la realidad subsahariana, y que han servido de puente con el norte desarrollado.