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Alvaro Reizabal Abogado

Libertad de mercado

Parece mentira que enormes multinacionales paren su producción si pasan dos días sin recibir piezas. Es consecuencia del invento de «Superlópez». No me refiero a Patxi «Mociones» López, sino al genio de Zornotza, López Arriortua, el del «stock cero» y el servicio «just in time»

Ampliamente superado el cuarenta de mayo, en Euskal Herria seguimos con riadas, viento del norte y una luminosidad más propia del solsticio de invierno que del de verano. Condiciones meteorológicas bastante depresivas cuando uno se levanta y ve un cielo panza de burra empeñado en acompañarnos eternamente. Pero entonces piensas que muchos compatriotas estarán bastante peor soportando los rigores de la canícula en las cárceles de Andalucía, Levante o Extremadura, así que habrá que seguir el dicho de «a mal tiempo buena cara».

Negros nubarrones también en el horizonte económico. Hemos pasado de la turbulencia a la desaceleración, de ésta a la profunda desaceleración, y las variables económicas auguran que pronto llegaremos a la indisimulable crisis que conduce a la recesión. Son los ciclos del capitalismo, que se empeña, a veces, en dar la razón a Marx.

En ese río revuelto han llegado los paros de los transportistas, que ya han perdido una vida, y han puesto de relieve la endeblez del tejido productivo, porque, al cabo de pocos días de dificultades en el transporte, han paralizado su producción por falta de piezas para trabajar un importante numero de grandes empresas, con las empresas del sector automovilístico a la cabeza.

Parece mentira que enormes multinacionales como Mercedes, Volkswagen o Ford se vean obligadas a parar su producción en cuanto pasan dos días sin recibir piezas de sus proveedores. Pero es la consecuencia directa del invento de «Súperlópez». No me refiero, en este caso, a Patxi «Mociones» López, sino al genio de Zornotza, López Arriortua, el del «stock cero» y el servicio «just in time».

Iñaki López revolucionó el mundo del automóvil con su sistema de compras, consistente en no tener stock y obligar al proveedor a financiárselo y suministrarle todo lo que necesitaba justo cuando lo necesitaba. En su día se dijo que uno de los efectos de la novedosa idea fue que las carreteras se convirtieron en inmensos almacenes en forma de camiones itinerantes en los que se almacenaban todos los stocks que los clientes no tenían, para servírselos justo en el momento preciso.

En circunstancias como las que se están dando estos días se aprecia otra consecuencia: la vulnerabilidad del cliente sin almacén, que se ve obligado a parar la producción en cuanto los proveedores no le sirven, sea cual sea el motivo. Pero tampoco es descartable que algunos fabricantes estén utilizando la excusa para presentar expedientes de regulación de empleo ahora que las ventas han bajado de forma alarmante. En cualquier caso, son las excelencias de la libertad de mercado.

También en nombre de la sacrosanta libertad se ha abierto la puerta a la ampliación de la jornada laboral hasta las 65 horas semanales, siempre, claro, que el trabajador lo haga «voluntariamente» y no obligado.

Dice la CE que esa medida es un paso adelante para los trabajadores. Supongo que se refiere a un paso adelante hacia el abismo de la esclavitud.

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